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Expandillero: usé menores para transportar drogas

Santo Domingo, RD.-Mi madre me dio una educación ejemplar. O sea, aunque yo vivía en Guachupita, mi madre trabajaba para darle una  educación adecuada. O sea que mi madre, desde que nosotros comenzamos, siempre nos llevó por el camino derecho. Yo iba a la escuela, trabajaba, botaba la basura, buscaba agua, hacía cualquier cosa, pero lejos de la de la calle. Así comenzó la conversación Luis Andrés Reyes, un expandillero que conversó con Julissa Céspedes en Reporte Especial.

Luis Andrés Reyes, al igual que muchos expandilleros, proviene de una familia marcada por la disfuncionalidad. Desde temprana edad, se vio privado de la presencia de su padre en su crianza. Sin embargo, su madre, una mujer admirable y llena de valores, luchó incansablemente para criar a Luis Andrés y a sus tres hermanos como hombres de bien, pero la necesidad y la presión social pudo más.

Yo era un joven que iba a la escuela y a veces llegaba y no estaba la comida. A veces me iba sin desayunar a la escuela. Entonces había un término que lo domingo y los sábados sé que los adolescentes se acostumbraban a cambiarse. Entonces, cuando me tocaba a mí ponerme una ropa, cambiaba. Yo muchas veces no bajaba de mi casa, sino que veía a la gente bien cambiada y eso me fue llevando a coger un declive.

Luis Andrés Reyes, expandillero.

A los 16 años, Luis Andrés tomó la decisión de abandonar la escuela. Una opción que a menudo eligen los jóvenes que se ven arrastrados hacia la delincuencia. Sin embargo, en el caso de Luis Andrés, su motivación no era la maldad, sino la necesidad de trabajar para subsistir. Con el tiempo, su deseo de obtener dinero lo llevó por un camino oscuro, envolviéndose en actividades delictivas.

Dice que encontró “un corito que hacía no cosas sencillas y bueno, a la Duarte de cuidaba, nos robábamos alguna cosita. Nos escapábamos de la escuela. Comencé así a paso, escalón por escalón. Pero de repente me junté con un joven llamado John y entonces yo salía de Guachupita para el Ureña. El Ureña que de la autopista las Américas. Y cuando comencé a juntarme con él, entonces comencé a conocer la droga”.

En su inocencia, la madre de Luis Andrés Reyes desconocía los pasos que su hijo estaba dando en su vida. Los amigos y el grupo al que él pertenecía no solo lo ayudaron a adentrarse en el mundo de la delincuencia, incluyendo delitos menores, sino que también lo introdujeron en el peligroso camino de las drogas. Poco a poco, Luis Andrés fue cayendo en un abismo oscuro y sin fondo, sumergiéndose en un agujero negro del cual parecía difícil salir.

El expandillaero recuerda que conoció “una banda llamada Los Morenos del Bronx. Estaba frente de mi casa. Yo. Esa gente la veía siempre, todos los días en pinta, desde la mañana. Yo siendo un muchacho tranquilo. Entonces, cuando comienzo a pertenecer a los morenos del Bronx, ahí entonces comienzo en la calle. Lo que se llama atracar. Y amanecer fuera de mi casa. Y entonces acoger la mala vida, de lo cual es fácil. Ahí comienzo a atracar. Comienzo a robar. Comienzo a juntarme con personas que me dañaron más en la calle”.

En los callejones de Guachupita, los Morenos del Bronx, bautizaron a Luis Andrés Reyes como La Moña. Su motivación para conseguir dinero ya no era simplemente subsistir, sino más bien adquirir ropa de marca y lujos para estar a la altura de sus compañeros. Y su edad era su mayor atributo entre el grupo.

Estrategia de las pandillas, usar a los menores

«Era una estrategia. ¿Entiende? Hay cosas que el grande no podía hacer, entonces usaba un menor aún. Por ejemplo, van a hacer cualquier situación o cualquier atentado malo. Van a ser cualquier cosa que tenían que meter a un menor. Entonces la banda llamada Los Morenos del Bronx tenía unos cuantos menores, entonces ahí mismo yo pertenezco ahí. ¿Cómo te explico? Mira, hay bandas que tienen uno, como te digo, tienen unos reglamentos, pero hay otras bandas que son una banda verdaderamente formada simplemente por el delincuente, que ahí lo que sí te tiene que existir es la lealtad y que tú eres del coro y que tú eres fiel ahí”, narra Luis Andrés

Cifras de menores privados de libertad

En el año 2022, según las cifras proporcionadas por CONANI, se registraron cifras alarmantes que podrían explicar si los menores de edad son un nicho de las pandillas. En los Centros Privativos de Libertad, se encontraban internos un total de 308 adolescentes con edades entre 13 y 18 años. Esto significa que aproximadamente cada 28 horas, un menor es detenido por presuntamente cometer una infracción.

Al profundizar en los detalles, encontramos que en los centros privativos de libertad del año 2022, había 132 adolescentes señalados por robos, 50 menores imputados por homicidio. Además, 32 adolescentes fueron detenidos por presuntamente cometer agresiones físicas, seguidos por 10 jóvenes acusados de intento de homicidio y la misma cantidad por delitos relacionados con drogas. Y uno detenido por porte de arma.

Yo usé muchachos menores y jovencitas menores para que me transportaran droga. Yo transportaba la droga desde Guachupita a Quisqueya y para eso yo usaba un menor y para eso usaba también a una joven que era menor también. También llegué a poner jovencito menores de ocho, digo yo, de nueve, siete o seis, a consumir marihuana. Algo que no, que no lo veo como que eso es algo que. Que eso sí me dolió.

Luis Andrés, ex pandillero

Los Morenos del Bronx, para inicio de los años 2000, según las propias palabras de Luis Andrés, eran una banda respetada. Su notoriedad trascendió incluso en periódicos nacionales que hacían mención de su nombre. En plataformas como YouTube, se pueden encontrar videos de los miembros de esta banda, quienes relatan su historial delictivo.

“Cuando yo hablo de los morenos del Bronx en Guachupita, era la banda más respetada entre todas las que estaban. O sea que los morenos tenían su nombre hoy en día, O sea, hoy en día quizás no quedan tigres, pero queda la esquina que se llaman los morenos del Bronx en Guachupita. O sea, se quedó plantado porque ahí para mí estaba la gente más, más acelerado en el barrio y nosotros tratábamos como una familia”, revela Luis Andrés.

Historia de las pandillas

Trinitarios, una de las pandillas de mayor crecimiento mundial, con cerca de 300 mil miembros en los cinco continentes. Fundada en Nueva York por Julio Maríñez Núñez, alias «El Caballo». Se dedican al tráfico de drogas y al control de barrios para facilitar operaciones a gran escala. Utilizan los colores de la bandera dominicana y tenían influencia en la juventud dominicana, respaldados por artistas de rap. Tienen alianzas con Anonymous y la resistencia popular duartiana, así como un grupo de niños llamados los Baby-Triny.

Los Latin Kings: fundados en Chicago en 1940 por un puertorriqueño. Tienen una sólida ideología con una doctrina política y religiosa. Originalmente, se centraban en proteger los derechos de los latinos, pero luego incorporaron la supremacía intelectual de los indígenas americanos. Utilizan el código 360 y los colores negro y amarillo.

Bloods: Grupo violento y agresivo, con prácticas de vudú y adoración de entidades de la santería. Surgió en 1998 en la Victoria, inspirado en la United Nation of Bloods de Los Ángeles. Se identifican con los códigos 031 DOG y 390, así como el color rojo.

Mercaderas y Dorados: Se dedican a la delincuencia común, sicariato, microtráfico y prostitución de menores. Utilizan el vudú y adoran a deidades como San Miguel, Ogún y Santa Marta. Tienen varias ramificaciones como los Amor de Mercado y los Amor de Dorado, identificados por los colores verde, dorado, morado y verde, respectivamente.

Ñetas: Agrupación de origen puertorriqueño, conocida por su violencia y agresividad. Utilizan los colores blanco, rojo y negro con un punto azul. Aunque comparten colores con los Trinitarios, son rivales y se enfrentan constantemente por territorio.

Luis Andrés indica que “era un 42. Yo viví esa nación. Caminé esa nación como se caminaba normalmente y dignamente. Yo moría por los 42, yo moría por los 42. Yo más. Toda mi ropa era roja, blanco y negro, porque nosotros representaban los tres colores rojo, blanco y negro, esos tres colores y yo toda mi ropa la tenía así. Yo andaba con mi collar. Yo no podía ver cualquier abuso con 42. O sea, yo sufrí los 42”.

Por último están los 42 descritos como uno de los grupos más violento y respetado, se dedican al tráfico de drogas, sicariato y atracos. Se identifican por el número 42 y los colores rojo, negro y blanco, y de esta pandilla, Luis Andrés Reyes tenía el rango de una primera.

En el seno de la pandilla, el tesorero ocupaba un papel de gran importancia. Era su deber cuidar celosamente el dinero recolectado de las cuotas que cada miembro debía pagar, y este dinero se destinaba a diversos fines, incluso en ocasiones se utilizaba para embellecer el vecindario durante la época navideña.

Las pandillas no solo imponen el pago de una cuota a sus miembros, sino que además le exigen que se aprendan los códigos que rigen esa nación,  también cada periodo de tiempo realización reuniones, para planificar y coordinar sus actividades delictivas, fortalecer lazos, compartir información, adiestrar y reclutas potenciales miembros, entre otras cosas.

Cómo atraen a los jóvenes

La pandilla atrae a los jóvenes con la promesa de beneficios que aparentemente puede ofrecerles: protección y la ilusión de pertenecer a una familia. Estos atractivos son utilizados como anzuelo para luego someterlos a las diversas reglas y normas que implica formar parte de una nación. Los nuevos miembros deben acatar las órdenes de aquellos con posiciones superiores.

En la pandilla, aquel miembro que osaba desafiar las misiones impuestas o caer en la transgresión, se exponía a pagar un precio imperecedero: su propia existencia. La vida misma pendía de un hilo, una moneda que debía ser saldada en nombre de la lealtad. No obstante, para las faltas consideradas menos atroces, el castigo podría ser indulgente en comparación.

Desde pequeñas infracciones hasta alcanzar niveles insospechados, en un abrir y cerrar de ojos, la trayectoria de Luis Andrés Reyes dio un giro vertiginoso. No solo se enemistó con otros miembros de pandillas, sino que su nombre resonaba en los oídos de la Policía Nacional. Ante tal panorama, no tuvo más opción que irse de Guachupita.

Luis Andrés al borde de la muerte

Al borde de la pérdida de su propio brazo, Luis Andrés Reyes recuerda vívidamente aquel hospital donde sus ojos no divisaron a sus hermanos de la nación. En su lugar, solo encontró a una madre desgarrada por el llanto. Tras ser dado de alta volvió a vivir otro atentado.

Indica que “el plan era sacarme del sistema y se tiraron más de 30 y pico de tigres a mi casa. Mátame con pistola, machete, escopeta. Y lo único que decían hay que salir de la moña. Mi madre cuando vio todo eso, cayó de largo a largo. Tuvieron que ponerle berrón. La vecina se embaló corriendo con agua caliente. Que si suben y créelo. Allá arriba yo lo veía todo y no tenía miedo”.

Luis Andrés Reyes afirma que su supervivencia en aquel momento crítico fue obra de la divina voluntad de Dios. Él asegura que esta revelación se hizo evidente después de su conversión a la fe cristiana, cuando la verdad se le desveló en todo su esplendor.

Luis Andrés Reyes salió ileso, contra todo pronóstico, de las garras de la pandilla que una vez fue su hogar. Él atribuye su salvación a la intervención divina, pues en su caso fue un acto de gracia. Sin embargo, para aquellos que se atrevan a buscar una salida, el precio a pagar es alto.

Las pandillas dominicana

En medio de las sombras, las pandillas tejen una red de caos y delincuencia que amenaza la sociedad. La necesidad y la presión social son las semillas que germinan en las mentes vulnerables, llevándolos por un camino oscuro del que a veces es difícil escapar.

En República Dominicana, las pandillas, naciones, y bandas delictivas son como una sombra oscura que se extiende por los rincones más vulnerables de nuestra sociedad. Son la semilla del caos, la cuna de los delincuentes que amenazan la seguridad ciudadana.

En un estudio reciente que arroja luz sobre la preocupante realidad que enfrentamos, se han revelado datos impactantes sobre las precauciones que toman nuestra población ante la delincuencia y el crimen.

Según los resultados, el 64.5% de la población de 15 años y más opta por evitar salir de noche debido al temor que infunde la delincuencia en nuestras calles. Asimismo, se ha observado que el 52.3% de las mujeres y el 45.2% de los hombres han dejado de llevar grandes cantidades de dinero en efectivo, como medida de prevención ante posibles robos o asaltos. Con relación a las joyas, el estudio revela que el 38.7% de las personas ha decidido prescindir de su uso debido a la misma problemática de inseguridad.

Los delincuentes y criminales se han convertido en un eco retorcido de nuestra sociedad, han extendido sus tentáculos por nuestras calles, en los barrios las pandillas han encontrado su hogar.

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Por: Angela Ramírez

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