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¿Están preparadas las instituciones financieras latinoamericanas para impulsar la sostenibilidad?

¿Están preparadas las instituciones financieras latinoamericanas para impulsar la sostenibilidad?

Las instituciones financieras en América Latina están respondiendo a las mismas fuerzas que han puesto la sostenibilidad en las agendas de sus pares en otras partes del mundo.

En los últimos años, la sostenibilidad ambiental se ha convertido en un objetivo estratégico clave para las instituciones financieras en las economías avanzadas. Compromisos de neutralidad de carbono, alianzas globales y acuerdos para acelerar la transición energética están proliferando en Europa, América del Norte y partes de Asia-Pacífico. En Latinoamérica, las instituciones financieras han avanzado hasta ahora más lentamente en la integración de la sostenibilidad en sus agendas estratégicas.

El reciente estudio de McKinsey & Company “¿Están preparadas las instituciones financieras latinoamericanas para la sostenibilidad?” analiza cuatro tendencias que pueden hacer de 2023 un año significativo para las finanzas sostenibles en América Latina.

La primera de ellas es que en toda la región están aumentando los flujos de capital orientados a la sostenibilidad. A fines de 2022, alrededor de 80 por ciento de los países de América Latina habían actualizado sus contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC, por sus siglas en inglés), sus compromisos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) bajo el Acuerdo Climático de París, y las principales economías regionales adoptaron objetivos sustancialmente más ambiciosos. Según McKinsey & Company, se necesitan invertir 700 billones de dólares anuales para que la región alcance net zero para 2050. “La transición a una economía más sostenible representa oportunidades de negocio muy relevantes para las instituciones financieras ya que tienen un papel clave en asegurar los flujos de capital necesarios para acelerar el cambio económico y tecnológico.”, afirma Juan Aristi Baquero, socio de McKinsey y uno de los autores del estudio.

En segundo lugar, la vulnerabilidad de América Latina al cambio climático probablemente aumentará los riesgos físicos y de transición de las instituciones financieras, lo cual probablemente tendrá un impacto relevante en las decisiones de las instituciones financieras. La exposición de América Latina al riesgo climático se está intensificando rápidamente. Además de los riesgos físicos y de transición del cambio climático, muchos de los sectores económicos clave de la región están bajo la amenaza directa de otras formas de daño ambiental.

Tercero: los reguladores financieros y de mercado en América Latina están dirigiendo su atención a los riesgos y oportunidades ambientales. Los reguladores financieros de otras regiones llevan tiempo abordando el riesgo climático y otros aspectos de la sostenibilidad ambiental, y sus contrapartes latinoamericanas han comenzado a activarse. Aunque las autoridades latinoamericanas han comenzado más tarde a implementar regulaciones financieras centradas en la sostenibilidad, varios países de la región han tomado medidas concretas para fortalecer los requisitos regulatorios en torno a la divulgación corporativa, la banca sostenible y la gestión del riesgo climático.

En cuarto lugar, las instituciones financieras más avanzadas se están comprometiendo con el objetivo de emisiones net zero y otros objetivos de finanzas sostenibles. Siguiendo el ejemplo de sus pares en Asia, Europa y América del Norte, las instituciones financieras latinoamericanas han comenzado a lanzar programas de sostenibilidad y establecer o fortalecer compromisos ambientales. Muchos de estos compromisos se centran en la reducción de emisiones, incluidas las generadas por la propia institución y las resultantes de sus actividades crediticias o carteras de inversión.

“Ante este escenario, es crucial diseñar un enfoque programático integral para las instituciones que aspiran a liderar las finanzas sostenibles de América Latina. Debido a que la sostenibilidad afecta a muchos equipos comerciales y funcionales diferentes en toda la institución, y debido a que la implementación de un cambio sistémico requiere una atención gerencial sostenida.” explicó Antonio Novas socio y gerente de Mckinsey & Company en República Dominicana.

Los esfuerzos para incorporar la sostenibilidad en las operaciones del día a día deberían seguir un enfoque holístico basado en cinco pilares clave:

Primero, definir una estrategia ambiental con prioridades claras y nivel de ambición acorde con el posicionamiento y propósito de la institución. En las economías avanzadas, las estrategias ambientales tienden a centrarse en mitigar el cambio climático y apoyar la transición energética, a menudo concentrándose en la descarbonización. Varias instituciones financieras en América Latina están comenzando a adoptar este enfoque, con algunos compromisos de cero emisiones netas anunciados en 2022. Más allá de la descarbonización, las instituciones latinoamericanas pueden considerar otros temas ambientales clave en los países donde operan (p.ej., biodiversidad, deforestación, estrés hídrico).

Segundo pilar: identificar y dimensionar las oportunidades de crecimiento en finanzas sostenibles y desarrollar la oferta de productos y servicios financieros necesarios. Las instituciones financieras latinoamericanas podrían desempeñar un papel crucial en la movilización de las inversiones necesarias para la transición energética, la mitigación y adaptación al cambio climático y la preservación más amplia de la calidad ambiental.

En tercer lugar, la gestión del riesgo climático y otros riesgos ambientales. Las instituciones financieras latinoamericanas están expuestas a geografías que enfrentan altos riesgos físicos (p. ej., eventos climáticos extremos, degradación ambiental) y a sectores que enfrentan altos riesgos de transición (p. ej., petróleo y gas, minería, agricultura). La gestión de estos riesgos requerirá el desarrollo de nuevas herramientas para identificar y medir los riesgos, combinados con iniciativas para integrar el riesgo climático en los procesos de evaluación de riesgos, seguimiento de carteras, y decisiones sobre el apetito de riesgo.

El cuarto pilar es la estrecha coordinación entre los equipos de venta, atención al cliente y desarrollo de productos en las unidades de negocio, y los equipos centrales de sostenibilidad, gestión de riesgos, cumplimiento normativo y relaciones externas. Es más probable que las instituciones financieras logren este nivel de coordinación si diseñan rutinas y esquemas de gobernanza adecuados para asegurar altos niveles de responsabilidad en los equipos y una gestión efectiva a nivel programático. Paralelamente, se debe trabajar en la creación de nuevas capacidades institucionales mediante el lanzamiento de programas de conocimientos y experiencia relacionados con la sostenibilidad a todos los niveles, desde el directorio y la alta gerencia hasta los equipos de primera línea que interactúan directamente con los clientes.

El quinto pilar de una estrategia de sostenibilidad exitosa es la comunicación externa y la gestión de los interlocutores clave, incluyendo la adquisición de compromisos internos y externos. Las instituciones deben decidir qué compromisos tomar y diseñar estrategias de reporte para informar a inversores, reguladores y la sociedad en general sobre el progreso en la consecución de esos objetivos, así como la evolución de las oportunidades para movilizar flujos de financiamiento sostenible y la evolución de los riesgos climáticos y ambientales.

En la República Dominicana los desafíos ambientales presentan oportunidades para las instituciones financieras. La integración de consideraciones ambientales, sociales y de gobernanza (ASG) en las políticas y prácticas del sector, impulsan la innovación y el desarrollo de productos financieros sostenibles. Estas entidades pueden promover inversiones en energías renovables, eficiencia energética y proyectos sociales que generen un impacto positivo al medio ambiente y, al mismo tiempo, brinden retornos financieros que promuevan el desarrollo económico responsable.

Más contenido por Redacción CDN

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