Sudán del Sur: «Hay que caminar tapándose la nariz por el olor a cadáver»

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«Estamos en una zona de guerra, con cadáveres por todas partes. Cuando estás en Bor tienes que caminar tapándote la nariz porque el olor es insoportable».

Así describe el obispo Rubén Akurdit Ngong cómo es vivir estos días en la ciudad de Bor, en Sudán del Sur.

Al borde de la guerra civil, Sudán del Sur se ha polarizado entre el gobierno y los rebeldes.

El conflicto se desató el domingo 15 diciembre, cuando Salva Kir, actual mandatario, acusó al ex vicepresidente Riek Machar de intentar derrocarlo a través de un golpe.

Militares disidentes atacaron el Ministerio de Defensa y la sede del partido gobernante, el Movimiento para la Liberación de Sudán (MPLS).

Machar, por su parte, ha acusado al presidente Kir de fomentar la violencia étnica entre los dos principales grupos del país. Kir pertenece a la etnia dinka y Machar es miembro del grupo nuer.

El gobierno negó que el enfrentamiento tenga un cariz étnico. «Si uno ve las personas que apoyan a Machar, algunas son dinkas, otras chol, nuer o de otros grupos», aseguró un miembro del gobierno.

Sin embargo, testigos locales que huyeron de sus hogares cuentan de varios casos de civiles agredidos por el simple hecho de «no hablar la lengua» de los atacantes.

Más allá de las luchas raciales, es la población civil la que sufre las consecuencias.

Desde mediados de diciembre, al menos 1.000 personas murieron como consecuencia de la violencia en el joven país africano, que alcanzó la indepencia de Sudán en 2011 tras un largo conflicto.

El miércoles el gobierno decretó el estado de emergencia en dos estados: Unity y Jonglei, las dos áreas cuyas capitales han sido controladas por las fuerzas rebeldes leales al ex vicepresidente Riek Machar, a quien el gobierno sigue acusando de haber organizado un plan para derrocar al presidente Salva Kiir.

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