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Italia sigue pagando los daños de los años de Berlusconi

Italia sigue pagando los daños de los años de Berlusconi

Silvio Berlusconi, quien se desempeñó como primer ministro de Italia cuatro veces, murió a los 86 años. Fue una de las figuras más influyentes en la historia republicana de Italia y, quizá, la más cuestionada en en las últimas tres décadas.

Berlusconi cometió una larga lista de errores contra su país. Estuvo involucrado en una serie de empresas cuestionables e ilegales, incluida su afiliación con Propaganda 2, una logia masónica de derecha que planeó un golpe de Estado en 1970. Asimismo, se cuestionaron sus relaciones con el crimen organizado y su amistad con autócratas como el presidente ruso Vladimir Putin y el primer ministro húngaro, Viktor Orbán.

Enfrentó juicios por, entre otras cosas, varios cargos de corrupción y violación de las leyes de financiación de campañas. También por contabilidad falsa y encuentros sexuales con una prostituta menor de edad. Lo declararon culpable de fraude, y varias veces los juicios se prolongaron tanto que se desestimaron conforme a la ley.

“El fin de una era”, proclamó La Repubblica, un importante periódico italiano. Ciertamente, Berlusconi un pionero de un tipo de populismo ahora bien conocido en todo el mundo. Promovió el racismo, normalizó el extremismo (abriendo el camino para el actual gobierno de extrema derecha ), ridiculizó los derechos LGBTQ y fomentó y glorificó un ambiente de impunidad.

Asimismo, Berlusconi fue el arquitecto de una serie de reformas económicas que, casi tres décadas después, mantienen a Italia luchando por mantenerse a flote en el siglo XXI. Un multimillonario que usó la política para hacer crecer su enorme riqueza personal. Que tromovió la desregulación y la liberalización, recortando miles de millones en fondos para escuelas públicas y atención médica.

Italia, con Berlusconi en el timón

Su enfoque económico impactó a Italia de muchas maneras, hasta que las condiciones desesperadas, exacerbadas por la crisis más amplia de la eurozona, llevaron a su renuncia final en 2011. Vale la pena destacar una en particular.

Durante muchos años antes del ascenso al poder de Berlusconi, Italia había sufrido una falta de inversión pública en investigación y tecnología. Lo que fue, hasta la década de 1960, un país de innovación (piense en el pionero de la computación Olivetti o el diseño de vanguardia) se estancó.

Esto llegó a un punto de ruptura en la década de 1990, cuando figuras prominentes como el presidente Carlo Azeglio Ciampi, el jefe del banco central de Italia, los principales empresarios del país y los principales sindicatos coincidieron que invertir en tecnología era la única forma de mantener la relevancia de Italia en el próximo siglo.

Berlusconi, quien fue primer ministro de 1994 a 1995 (y nuevamente en 2001-05, 2005-06 y 2008-11), hizo exactamente lo contrario. No solo no logró impulsar la inversión en investigación, sino que la recortó en cada oportunidad que tuvo. Su promesa electoral de “un millón de puestos de trabajo” se refería a empleos mal pagados que mantendrían a Italia competitiva en una carrera hacia abajo. Ser barato en lugar ser mejor.

Su gobierno tampoco fomentó la inversión privada en tecnología. Entre 1990 y 2000, dicho gasto se desplomó un 30%, allanando un camino que obligó al país a mantenerse competitivo al reducir el costo de sus productos y mano de obra. Pero, si competir con economías más grandes mediante la reducción de costos era sostenible cuando Italia tenía su propia moneda para manipular, no lo fue una vez que la nación se unió al euro.

Los bajos salarios, suficientes para sobrevivir se volvieron abismales. Especialmente para los trabajadores altamente calificados. Con Berlusconi nació la llamada “generación 1.000 euros”, que ganaban ese pago mensual a principios de la década de 2000. Independientemente de su educación.

El legado de Berlusconi continúa

Esto no fue un accidente. Las elecciones de Berlusconi mantuvieron, y empeoraron, el statu quo que lo había hecho rico.

Incluso hoy en día, el salario medio de un investigador de doctorado en Italia es de 1200 € al mes (alrededor de 1290 $). Mientras que el salario medio de un trabajador de fábrica es de 1300 € (El alquiler mínimo de una habitación en Milán, el centro económico de la nación, es de 630 €). Esto provocó una fuga de cerebros que ha costado a Italia cientos de miles de millones y una falta aún mayor de innovación y nuevas ideas. 

Sin un impulso para buscar la verdadera innovación, el país se está quedando sin oportunidades para competir. No importa cuán insignificantes sean sus salarios. No puede vencer a los países de bajos ingresos en la carrera por mano de obra barata.

Italianos que ni siquiera habían nacido cuando Berlusconi anunció su entrada en política siguen pagando su gobierno. Para ellos, y para toda la nación, su era está lejos de terminar.

Más contenido por Andrés Tovar

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