Kate Ogg y su esposo David llevaban tres años intentando tener un hijo cuando recibieron la gran noticia: Kate esperaba mellizos.
Todo se desarrolló con normalidad hasta la semana 26 del embarazo, pero en ese momento Kate se puso de parto.
La niña, Emily, nació sin problemas, pero el niño no respiraba y los médicos trataron, sin suerte, reanimarlo.Cuando le comunicaron la noticia a los padres se les vino el mundo encima. Colocaron a Jamie contra el pecho de Kate, David se abrazó a ellos y lloraron su pérdida durante varios minutos.
Un momento eterno y triste
Entre sollozos, Kate comenzó a hablarle al pequeño Jamie y le contó cómo era su familia, que había tenido una hermanita, que había que cuidar de ella.
Los médicos insistían en que se tenían que despedir, pero los padres se negaban. Entonces, se produjo el milagro. Jamie se movió ligeramente, después abrió los ojos y sujetó un dedo de su padre. En palabras de Kate, «fue lo más asombroso que me ha pasado en la vida. Sólo necesitaba sentir un poco más el calor de su madre y cuando estuvo preparado regresó».
Creen que fue el calor corporal de sus padres y el suave abrigo lo que le trajo de vuelta.
Ahora, los mellizos han cumplido cinco años y su estado de salud es inmejorable.
