Pensándolo bién

Emigremos al país de los medios de comunicación

ribera norte del Ozama
ribera norte del Ozama

A las once de la mañana del pasado  jueves 5 el COE (Comisión de Operaciones de Emergencia) daba el balance final de la situación del país tras el paso del huracán Mattew. El país había recuperado el orden aunque no todos  los desplazados habían vuelto a sus hogares, una carretera que cuesta más de cinco millones al día estaba fuera de servicio y el bajo Yaque del sur estaba lleno de lodo.

Ese reporte debía llevarnos a lo cotidiano, a volver a los tapones, a las redes sociales y esa lucha intensa por la vida en la que está inmerso el 70 por ciento de los dominicanos cuyo ingreso no llega a los 20 mil pesos al mes.

Y en el tapón estaba cuando recibí  una llamada pidiendo la presencia de NCDN en la ribera norte del Ozama, en una Sabana Perdida a la que no llegan los periódicos.

Las cámaras revelaron lo que no se puede ocultar: una miseria atroz, un abandono centenario y sobre todo esa pobreza que solo desaparece en las estadísticas oficiales.

500 familias con los hogares bajo lodo, 500 familias que no saben que están más allá de la indigencia y 500 familias que fueron distribuidas entre otras miles de familias que son tan pobres como ellos pero que tienen el privilegio de vivir en la parte más alta de la orilla del rio.

Esos no son ni pobres, están fuera de las estadísticas, no conocen el Nueva York chiquito, no saben del desarrollo urbano del Polígono central y mucho menos del crecimiento económico.

Lo que sí saben es que los medios de comunicación son su única posibilidad de justicia y de atención, saben que si los medios no reflejan su miseria nadie mirará para allá. Saben que el país consumidor y este y todos los gobiernos seguirán hablando de crecimiento económico y de reducción de la pobreza.

Ni el presidente ni ningún ministro o vice ministro fueron a verlos a pesar de que esos barrios tienen más población que varios municipios juntos. No, esta miseria cercana se oculta. Bajo la sombra del metro, detrás de la magia del teleférico están esos pobres urbanos que nadie quiere contar. Ellos aportaron cuatro víctimas a las estadísticas de Mattew y de las que nadie recordará los nombres.

Volverán a ser noticia cuando la tragedia vuelva a tocarles la puerta, mientras tanto seguiremos sacando a gente de la pobreza, mostrando desarrollo económico, hablando de República Digital en los medios de comunicación.

 Emigremos todos a ese país que solo existe en los titulares.

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