Espectáculos

Crónica del Emmanuel más profundo, más esencial, un público entregado

Un grave problema de sonido al comenzar el espectáculo, impidió que el hecho artístico se concretara hasta pasados unos minutos, ya con Emmanuel cantando, pero solo se escuchaba el sonido de escenario

Un grave problema de sonido al comenzar el espectáculo, impidió que el hecho artístico se concretara hasta pasados unos minutos, ya con Emmanuel cantando, pero solo se escuchaba el sonido de escenario (llamado de sala) y no la amplificación al público. Unos minutos después, que el artista saliera de escena y se detuviera todo a oscuras, el problema fue subsanado.

Emmanuel descendió por una pasarela inclinada, por donde mismo se fue cuando salió de escena (Foto: Alfonso Quiñones)

El reinicio fue el desborde de la alegría contenida en el Teatro Nacional, repleto de personas de casi todas las edades. El reencuentro. Emmanuel entró cantando Corazón de melao, una canción más que todo de tono tropical, y de ahí pegó Tengo, bailando y cantando, como cuando era joven. Mismos pasos, vestuario de color metálico, de show man.

Emmanuel es un fabricante de aplausos, un detonador de ovaciones. Sonrisas del artista al público y comienza un medley que incluye Seguía lloviendo afuera, Pobre diablo, ahí salen los metales al centro, gritos del público: Quiero dormir cansado, coro del público. Detenedla ya. Y vuelven las ovaciones en cada una de ellas. Público de pie.

Detenedla ya… (Foto: Alfonso Quiñones)

«Esta canción es nueva. La pueden escuchar en todas las plataformas», dice e interpreta Esa mujer, un tema con leves aires urbanos, sobre todo en la cadencia de las letras.

La banda la componen piano, guitarra, bajo, teclados, batería, percusión menor, guitarra rítmica o acústica (hasta un ukelele) cuatro metales: saxos, trombón y trompetas. Y cuatro coristas. En total 16 músicos, mas el artista. La producción local de César Suárez Jr.

Bella señora es una de las canciones exitosas del cantante mexicano Emmanuel (Foto: Alfonso Quiñones)

Canta Bella señora (de Lucio Dallas), trompeta con sordina y palmadas flamencas. Ovacionada. Luego narró la historia personal que le ha pasado a casi todos los chicos. «No sé si conocen la historia de esta canción habla del amor de dos niños. ¿La conocen? («Siiii!», le responde el público). Si dicen sí no puedo contar la historia» y narra su propia historia, siendo niño con una niña de la que se enamoró y a la que temía siquiera hablarle, hasta que cuando se decidió, ella le dijo que se iba a España al día siguiente. Y más nunca supo de ella. Entonces cantó Rey azul (composición de Aldo Donati y el propio Emmanuel), incluyendo ukelele y clarinete, saxo también, en fin, un blues.

Se sentó para cantar Terco corazón, (de Manuel Alejandro) algo sofocado -que tanto movimiento y la edad no juegan a los escondidos-, en el fondo es un vals peruano con aires de balada pop. Muy coreada.

«No se puede vivir en paz si no es con amor», manifestó el intérprete. Habló de Dios, del infinito amor de Dios y regaló Tengo mucho que aprender de ti amor. El público de pie cantó «Enséñame, enseñame…», ahí confesó que esa canción nunca fue a ninguna mujer, sino para Dios. Ese momento fue como el centro del concierto. Público de pie. Como aguas partidas, el concierto entra en su segunda etapa.

Esa mujer, nueva canción de Emmanuel (Foto: Alfonso Quiñones)

«Antes les canté Esa mujer, esta sí es la mía», expresó y cantó «Es mi mujer», (de K.C. Porter en versión de Luis Gómez Escolar), donde el guitarra prima dio un guitarrazo, mientras afinaba su instrumento.

Sentirme vivo (del peruano Gian Marco). Ahí sale del escenario y se queda la banda y se da un buen solo de batería. Se va a negro y Emmanuel regresa con cambio de ropa a cantar de Juan Luis No he podido verte. Desentonado. Su trabajo es arduo. Baila y canta. Y la voz se resiente ya. Le envió un saludo a Juan Luis Guerra.

Emmanuel cantó No he podido verte, canción que le escribió Juan Luis Guerra, con nuevo cambio de ropa (Foto: Alfonso Quiñones)

Hay que arrimar el alma (de Manuel Alejandro). «Ya me voy», anunció. «Todo lo que empieza acaba». Y entonó El día que puedas de su disco más importante Intimamente, producido por Manuel Alejandro. La gente encendió la luz de sus celulares. Solo de guitarra prima rockeada. Inició enseguida un medley: Todo se derrumbó, que incluyó un buen solo de trompeta. Pegó seguido Insoportablemente bella. Hasta ahí todos de Manuel Alejandro. Y Tú y yo, que dio titulo a su quinto álbum de estudio, del nica Hernaldo Zuñiga.

Falso final, para regresar entonces con otro cambio de ropa. Un traje rojo vino. Siempre los zapatos con polvo de vidrio s¡fuesen plateados o rojos. Imagen impecable. Gestos juveniles, los mismos de siempre.

Chica de humo (de Mauro Malavasi) de su décimo álbum de estudio Quisiera (1989). Toda la vida (de Lucio Dallas, adaptado al español por Luis Gómez Escolar), perteneciente a su disco Desnudo (1986) y  La última luna (tema de Lucio Dallas y Joaquín Sabina, del álbum Entre lunas, del 1988. Con elementos de jazz. Se puso un sombrerito con lentejuelas y con 67 años se mueve y salta y canta y baila. “Salió volando por la ventana”, cantó. Y hasta ahí las cosas.

La luna inmensa, las siete lunas… (Foto: Alfonso Quiñones)

«Dominicana, vénganse conmigo», expresó saliendo del escenario, al subir la plataforma en plano inclinado. En la pantalla led una luna inmensa y él en sombras, bailando, siendo con sus gestos, el mismo Emmanuel de siempre, hasta que se esfumó. El público que se puso de pie unas cinco veces durante el concierto, pidió más. El público. Siempre. Pidiendo más. Y el artista más profundo, más esencial, demostrando que Emmanuel es un hombre tan espiritual, que debe quedar artista para rato. Aunque tenga que bajar dos tonos, o en cambio, bajar un poco tanto movimiento en escena. Una de dos.

Por Alfonso Quiñones

Más contenido por Redacción CDN

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