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Gasolina clandestina en el río Orinoco, Venezuela

Todos los días, a las seis de la tarde, la Guardia Nacional venezolana cierra las carreteras que permiten el acceso a dos de los puertos que sirven a las comunidades del estado de Amazonas. Es parte de su rutina.

Desde esa hora, y durante toda la noche, se vende una gran porción de la gasolina que llega a esa región a contrabandistas colombianos que la comercializan en su país, al otro lado del río Orinoco, por 60 veces el precio, según diversos testimonios recogidos por BBC Mundo en la zona.

Aunque la complicidad de la Guardia Nacional no es posible de ver -por la oscuridad, por la selva, por el cierre de la zona- para los locales es un hecho. Es parte de su rutina.

La gasolina en Venezuela, que es subsidiada por el Estado, es más barata que el agua: un galón cuesta aproximadamente US$0,03. En Colombia, donde refinarla es particularmente caro, vale más de US$4.

Estudios de la Dirección de Impuestos y Aduanas de Colombia (DIAN) estiman que 30 millones de galones pasan al mes desde el país con mayores reservas de petróleo en el mundo hacia Colombia, donde el combustible es costoso y las ventas de automóviles están disparadas.

«Eso equivale a unos US$60 millones al mes», dice el director de la DIAN, Juan Ricardo Ortega. «Es un negocio comparable al narcotráfico», opina.

Y si bien la mayor cantidad de esos galones -que transitan en barriles, tambores o botellas- pasa por la parte norte de la frontera, en el sur también se contrabandea como «Pedro por su casa», tal como afirma Miguel, un comerciante con 30 años de experiencia en los meandros del Orinoco.

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