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Muerte de Castro genera sensaciones complejas en Cuba

Muerte de Castro genera sensaciones complejas en Cuba
Muerte de Castro genera sensaciones complejas en Cuba

SANTA CLARA, Cuba (AP) — Cuando Nancy Belcourt era niña, dos de sus tíos se fueron de su casa en el centro de Cuba para combatir con los rebeldes que luchaban contra la revolución de Fidel Castro. Uno fue ejecutado por un pelotón y sus huesos fueron encontrados por la familia de Belcourt años después. Otro murió combatiendo a las fuerzas de Castro en las montañas de Escambray en 1963. Belcourt recuerda cuando llegaron sus restos congelados en una caja de madera, de la que se filtraba el agua que se iba derritiendo.

«Tengo 60 años», cuenta, «y no se me olvidó eso del agua«.

Su padre nunca perdonó a Castro por las muertes de sus dos hermanos, pero cuando un vecino le dijo a ella que Castro había muerto, solo la invadió una cierta sorpresa y el gran interrogante: ¿qué pasará ahora?

«Todas las personas –compañeros y personas que conozca por la calle– se sienten esperanzadas«, declaró sentada en una cama de su casa de cemento en las afueras de Santa Clara, a donde llegaron las cenizas de Castro el miércoles en la primera escala de un recorrido de cuatro días hasta la ciudad oriental de Santiago. El cortejo fúnebre continuaba el jueves hacia Camagüey, en el centro.

La muerte de Castro desató fuertes manifestaciones emocionales públicas en los cubanos de la isla y del exilio. Cuba lleva cinco días de enorme fervor revolucionario, en los que cientos de miles de personas hablan maravillas de Castro y se comprometen a mantener el sistema socialista.

A puertas cerradas, no obstante, expresan sentimientos más complejos. Un día en compañía de Nancy Belcourt reveló una mezcla de gratitud por la revolución de Castro, dolor ante la violencia que generó y esperanza en que Cuba construir un futuro sobre la base del legado de Castro, pero dejando atrás su lado más oscuro.

Belcourt nació casi tres años antes del inicio de la revolución, hija de un ama de casa y un obrero de la construcción que solo había cursado la escuela primaria. Su familia vivía en una gran casa estilo colonial en la zona rural de Trinidad, que fue uno de los epicentros de los combates entre las guerrillas de Castro y las fuerzas del presidente Fulgencio Batista.

En una ocasión la casa de adobe de la familia quedó entre el fuego cruzado de las dos fuerzas, con los soldados de Batista en el frente y los de Castro detrás.

Llovían las balas, que dieron en la puerta de entrada. El fuego se detuvo cuando la hermana de Belcourt pegó un grito y los combatientes se dieron cuenta de que había niños adentro de la vivienda, según relata.

Tras la victoria de Castro y la muerte de sus tíos, la familia de Belcourt se empezó a ir lentamente de Trinidad. Ella y sus hermanas sacaron títulos universitarios en economía y fueron las primeras en su familia en completar estudios superiores. El bebé que dejó uno de sus tíos creció, se fue a Estados Unidos y nunca volvieron a saber de él. Otros primos se fueron a distintas partes de la isla y unos pocos con los que todavía está en contacto viven en la Florida.

Ella tuvo dos hijos y trabajó en varias empresas estatales.

«Considero que no he vivido mal«, expresó Belcourt, quien lucía una camiseta rosada con la palabra «Nyke» y el logo de Nike, que según dijo le compró a alguien que tiene un negocio propio. «No he pasado hambre. Dentro de como se puede vivir aquí, no vivo mal«.

Su hija es ama de casa y madre de una niña de 14 años. Su hijo maneja una bicitaxi que pasea gente por las coloridas plazas de Santa Clara y por sus ajetreadas calles estrechas. Santa Clara es conocida más que nada por su conexión con Ernesto Guevara. Fue aquí que el «Che» hizo descarrilar un tren que transportaba soldados de Batista en lo que fue una de las victorias decisivas de la revolución. Y fue aquí que trajeron sus restos tras la exhumación de su cadáver en Bolivia.

Belcourt no firmó el libro de condolencias ni hizo el juramento que las autoridades cubanas alientan a la gente a hacer, reafirmando los principios revolucionarios en las ciudades de toda la isla. Estaba cuidando a su nieto, enfermo y con fiebre. Pero esta sesentona jubilada se aseguró de que su hijo lo firmaba, porque pensó que quedaría mal si no lo hacía.

«Tienes 24 años», le dijo. «No te puedes estar marcando tan temprano».

Belcourt expresó su esperanza en que la muerte del líder revolucionario genere una apertura que permita a la generación de sus hijos promover su propia visión para la isla. Opinó que países como Estados Unidos, que habían aislado a Cuba en parte por Fidel Castro, reconsideren sus políticas de línea dura.

«Toda la culpa se la echan a él», sostuvo. «Y él ya no está».

La juventud cubana tiene ahora acceso a teléfonos celulares y la internet y ve cómo sus amigos abren pequeños negocios y progresan económicamente, dejando en claro que «se puede vivir mejor de lo que vivimos nosotros», señaló.

«Uno nomás escucha aquí de los viejos y lo que pasó hace 60 años», agregó. «Las ideas de los jóvenes, ¿cuándo las van a dejar desarrollar?».

Belcourt duda que el gobierno de Raúl Castro vaya a alentar cambios profundos. Y se pregunta qué actitud asumirá el presidente electo de Estados Unidos Donald Trump hacia Cuba.

Mientras pasaba el cortejo, ella se quedó adentro de su casa de tres cuartos, que ya está decorada con un árbol de navidad con luces.

«La esperanza es lo último que se pierde», afirmó.

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