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¿Qué tan cerca estamos de tener relaciones sexuales con robots?

En dos películas recientes, «Her» y «Ex Machina», se exploró un concepto intrigante: la posibilidad de que los seres humanos se enamoren y quieran tener relaciones sexuales con robots o con máquinas de inteligencia artificial (IA).

No es la primera vez que alguien ha fantaseado con el sexo con seres humanos artificiales -fantasía que puede seguirse a través del tiempo hasta llegar al mito griego de Pigmalión-, pero a medida que la IA y la robótica avanzan, algunos aseguran que la fabricación de robots para el amor y el sexo está próxima a hacerse realidad.

En su libro «Amor y sexo con robots» David Levy estimó que el matrimonio con robots será algo normal en el año 2050.

Sin embargo, aunque a veces parezca que estamos en el umbral de una nueva revolución sexual, la verdad es más complicada.

¿Cuán reales podrán ser los robots sexuales?

Construir y diseñar robots para tener sexo va a ser más difícil de lo que la mayor parte de la gente cree. Hacer que sean convincentes sin que resulten atemorizantes será un gran desafío y superar las barreras que enfrenta la industria del sexo para obtener fondos requiere un esfuerzo enorme.

Creer que una compañía puede aparecer un día cualquiera y fabricar un robot sexual convincente y económicamente accesible es ignorar la realidad tanto de la investigación como de la legislación.

Técnicamente, un robot sexual es cualquier cosa robótica con la que puedes tener sexo. Esos aparatos ya existen en forma de juguetes sexuales que se conectan aapps que simulan sensaciones reales como, por ejemplo, los vibradores programables o manejados con control remoto.

«Hay montones de cosas disponibles en este momento que anatómicamente tienen reminiscencias humanas y que facilitan una experiencia de fantasía que es más práctica que la pornografía y más fácil de controlar que tener sexo con una pareja real», explica Shelly Ronen, investigadora de la Universidad de New York (NYU) que estudia las relaciones, el sexo y los juguetes sexuales.

Algunos de estos juguetes han sido exitosos y otros no han logrado venderse.

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En 2009, empezó a comercializarse un aparato llamado RealTouch, que los hombres podían conectar con videos pornográficos y simulaba las sensaciones que sentía el actor en la pantalla en tiempo real. La experiencia era bastante realista, de acuerdo con una reseña publicada en la web de información de tecnología Gizmag.

Pero, pese a todo su realismo, RealTouch nunca encontró un mercado y, tras una pleito judicial por violación de patentes, dejó de ser comercializado en 2013.

Juguetes sexuales vs. robots

La mayor parte de estos aparatos son juguetes sexuales, no robots.

Lo que la gente quiere decir usualmente cuando habla sobre robots sexuales, son robots que tienen forma humanoide, construidos con la capacidad de tener actividad sexual, que tienen algún tipo de inteligencia artificial que les permite «pensar» en lugar de simplemente reaccionar a sus sensores.

Por ahora, lo más cercano a un robot plenamente humanoide es una muñeca sexual vendida por compañías como la californiana Abyss Creations. Ellos fabrican y venden algo llamado Muñeca Real (Real Doll), una línea de figuras humanas realistas que pueden ser ajustadas en algunos detalles (incluyendo cosas como tener pecas en la piel) y que tienen «personalidades».

Muñecas Reales tiene un grupo de seguidores fieles, muchos de los cuales se conectan entre ellos para compartir sobre esta aún inusual relación. Incluso hay un pequeño grupo de «doctores de muñecas» que se dedican a reparar las Muñecas Reales.

Pero aún son extremadamente caras y pueden costar desde US$5.000 hasta US$10.000, dependiendo de las características que el comprador quiera ponerle.

Además, las Muñecas Reales son muñecas, no son parejas convincentes y no son tampoco robos sexuales. Al menos, no todavía.

¿Cómo debería ser un robot sexual?

Un verdadero robot sexual podría seguir la mirada de su usuario, responder a sus expresiones faciales y predecir e incluso iniciar acciones que el usuario pueda disfrutar. Aprendería las posiciones y la presión que el usuario más disfruta, preguntaría y respondería preguntas durante el sexo; y ejecutaría el tipo de trabajo emocional que realizan las parejas sexuales.

Los robots sexuales –no las muñecas, ni los aparatos– son algo mucho más complicado.

«Los robots sexuales van a necesitar de la participación de muchas tecnologías: desde la nanotecnología a la capacidad de replicar texturas de piel no uniforme, pasando por la inteligencia artificial con capacidad para entender el lenguaje natural», explica AV Flox, un periodista que cubre la intersección entre sexo, legislación y tecnología.

Fabricar un robot sexual que realmente satisfaga estas características va a requerir de mucha ingeniería, empezando por la piel hasta las baterías y el procesador que llevará dentro.

Primero, tiene que fabricar algo que pueda mantenerse en pie. En este momento, las muñecas sexuales y otros objetos humanoides son pesados (una Muñeca Real puede pesar hasta 47 kilos) y no pueden soportar su propio peso.

Un robot sexual necesita además la capacidad para moverse por sí mismo y ponerse sobre sus extremidades. No es una tarea trivial. Los expertos en robots aún luchan para replicar el suave movimiento humano.

En Estados Unidos, hay toda una serie de reglas formales e informales que dificultan la vida de las empresas que trabajan en el sector adulto.

Los bancos no les dan préstamos a los pequeños negocios, las compañías de tarjetas de crédito declinan transacciones y los servicios que procesan pagos les cobran tarifas adicionales.

Plataformas tecnológicas como la tienda de aplicaciones de Apple y Google Play no aprueban el contenido para adultos, ya sea explícito o simplemente erótico.

Los buscadores no muestran contenido para adultos a no ser que específicamente lo pidas, e incluso entonces parte de ese contenido se filtra.

Los inversores son reacios a la hora de respaldar productos para adultos, no porque sean mojigatos «sino porque entienden que las avenidas para poner estos productos en el mercado son limitadas», señala Flox.

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¿Están los robots sexuales a la vuelta de la esquina?

Los robots sexuales llegarán, dando traspiés, a medidas y en formas altamente especializadas.

Serán extremadamente caros y se enfrentarán a regulaciones y encontrarán nuevas formas de ingreso. Pero la idea de que estamos al borde de una gran revolución de robots sexuales no es tan cierta.

Ronen añade que la idea de que de repente tendremos robots sexuales, surgidos de la nada, sin advertencia, simplemente no refleja cómo funciona la tecnología.

«Creo que a veces imaginamos que los avances tecnológicos aparecen de la nada y que un bien se nos presenta de golpe», indica. «En realidad, el progreso tecnológico es mucho más gradual, más lento».

«Para cuando llegue algún robot sexual, estaremos tan acostumbrados a mantener relaciones sexuales con nuestros compañeros a través de las computadoras, que la idea de cambiar a algo que se parece a un compañero no será una transición tan grande».

 

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