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Fito Páez: «Toda América es mía y el mundo es mío»

Fito Páez: «Toda América es mía y el mundo es mío»
Fito Páez: «Toda América es mía y el mundo es mío»

El Amor después del amor es arriba arriba, colorido, rítmico. Así comienza Fito Páez su esperado concierto en el Pabellón de Volleyball. Es sábado, de noche.

Marina Vitale hace voz segunda, que es prima casi siempre.

El recibimiento es apoteósico. El Pabellón no está lleno. Falta un 12% más o menos para llenar a capacidad.

Fito canta Dos días en la vida y después La Verónica, con buenos solos de piano por él mismo y partes vocales de la Vitale, quien además de músico es actriz. El arreglo es interesante y hacia el final aún más.

Luego drums duro. Es rock a fin de cuenta. Tráfico por Katmandú. No todo el mundo va a arrastrarse a tus pies. La Vitale sube muy bien a las notas agudas y está cómoda en las medias, que sin mucho esfuerzo domina las graves.

Fito va de canas, lentes y traje de un verde muy clarito con algo escrito en rojo a la espalda que nunca se pudo saber.

La banda tiene teclado, bajo, drum, guitarra clásica, guitarra electrica, saxo, trompeta y trombón.

Antes de cantar Pétalo de sal,se pregunta la falta que haría hoy día Luis Alberto Spinetta. El público cómplice, lo respalda.

Pétalo de sal contiene un bonito unísono de voz de Fito, bajo y piano en notas graves.

Siguió, aplausos y coros de por medio con Sasha, Sissí y el círculo de baba. La pantalla detrás es casi todo el tiempo de colores crudos. Buen solo de saxo. Donde estamos situados el sonido no es bueno. Se distorsiona un tanto o se agolpa. Y para el rock el venue no es recomendable. A no ser que se haga un muy efectivo trabajo de ingeniería de sonido.

Piano. Piano de bar. Solitario. Después del intro: Te vi… yo no buscaba a nadie y te vi… Clásico entre los clásicos de Fito.

Un vestido y un amor. Público de pie. De fondo la bandera argentina. Coro general. Teclado, batería , metales y piano.

Tumbas de gloria incluye una cruz blanca de cementerio, en la pantalla. Siguió el coro. La cruz en llamas. «Sean bienvenidos», dice Fito, «a La rueda mágica». Ahora rosado de fondo y círculo blanco, en la pantalla. Coro duro.

Creo. Más lenta. «La música del mundo de los años 60 y 70 era bellísima» y mencionó a varios de los artistas de entonces. «Uno ve el paramo este y se dice en qué mierda estoy», expresó Fito, conversando con el público. Recordó a Lucho Gonzalez, el guitarrista de la peruana Chabuca Granda «hizo una chacarera de la cual me apropié» porque “Toda América es mía y el mundo es mío”. Ovación.

Entonces cantó Detrás del muro de los lamentos. Puso al público a dar palmadas. Siguió con Balada de Donna Helena, una canción más bien lenta. Reflexiva, hasta que revienta el rock ya alucinante. 

Pide encender los celulares. «Bajemos el cielo a la tierra linda de Santo Domingo», pidió. Cantó entonces: Brillante sobre el mic, una balada más bien lenta. Después interpretó A rodar mi vida.

Chao hasta mañana. Y empieza un intento de falso final. Hasta mañana Santo Domingo. Ovación. Salen de escena. La gente canta Oé oé oé oé.

Realmente dió 6 minutos de receso y volvieron a escena cantando Al lado del camino, coro de por medio. Ovación.

11 y 6, es el título de la canción. Y más o menos sería esa hora. Fito puso a marcar el ritmo y a corearla. «Mucho Reggaetón», dijo a manera de reconocimiento por lo que de llevar el rimo se trata.

Luego uno de sus mayores clásico: Circo beat. Coreada y jugando con el público a cantar la mitad del público una parte y la otra, otra.

Ciudad de pobres corazones comienza con un ambiente de coro más o menos gregoriano, en un crescendo fantasmal. Este tema incluyó un extenso solo de guitarra prima. Una descarga anunciadora. Entonces el fondo de pantalla era blanco y negro a lineas animado con imágenes de un dron por Buenos Aires, la Calle Florida, el malecón de Buenos Aires, edificios antiguos y modernos. Después de un final grandioso y se fueron a negro con la ovación.

El regreso de Fito y su banda para la despedida final fue con Dar es dar,  tan coreada como amada. Y Mariposa technicolor, que no podía faltar su himno de La Internacional.

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Alegría a mi corazón la cantaron ya con medio público afuera. Que después de Mariposa no podía ir nada más… Pero  fue.

Por Alfonso Quiñones/ El Caribe

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