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Givenchy acompleja a la Semana de la Moda de Nueva York

Nueva York. Por cantidad, por calidad, por poder de convocatoria, por puesta en escena, por sutileza, por espectacularidad y, por supuesto, por “savoir faire”, el debut de Givenchy en Manhattan acomplejó, por no decir que humilló, a la Semana de la Moda de Nueva York.

La ciudad de los rascacielos lleva toda la vida clamando que lo suyo no es la Alta Costura, sino que es una alternativa a la pretensión europea y no se avergüenza de abrazar lo comercial o incluso lo más petardo.

Un discurso muy bien argumentado hasta que hoy Riccardo Tisci trajo un trocito de la pasarela de París y Nueva York no pudo volver a ser la misma.   Julia Roberts, Pedro Almodóvar, Kim Kardashian y Kanye West, Nicky Minaj o incluso otros diseñadores, como Alexander Wang, quisieron ver lo que era, más que un desfile, una master class. Incluso el sol se puso de parte de la firma parisina y ofreció un espectacular atardecer a los que esperaban una colección que tardó una hora en llegar.

Con una puesta en escena industrial y un concepto dramático creado por Marina Abrahamovic -que llevó monjes budistas y abrazó árboles, que es lo suyo- todo caminó hacia la inevitable exquisitez y una merecida solemnidad.   La casa Givenchy, fundada en 1952, debe a Nueva York haber creado uno de sus “looks” más imperecederos -el de Audrey Hepburn en “Breakfast at Tiffany’s”- pero Tisci no mostró ni un ápice de nostalgia, ningún guiño a la metrópolis, sino que apostó por un juego de superposiciones de tejidos, de etnias y de estilos al que solo un genio podía dar coherencia.

Interior y exterior se entremezclan, el picardías se fusiona con el vestido de gala y crean un ejercicio de exhibicionismo que encuentra rápidamente a su voyeur. El chantilly a veces protagoniza, a veces asoma sus brocados entre piezas que son vestidos, esmoquin o quizá batas.

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