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Fiasco de Chile: ¿Está bien informado el papa?

En Santa Marta el papa fija su propia agenda

CIUDAD DEL VATICANO (AP) — ¿Qué tan bien informado está el papa Francisco acerca de lo que sucede en la Iglesia Católica?

Muchos se están haciendo esa pregunta después de que el pontífice pareció estar totalmente desinformado acerca de los detalles del escándalo de abusos sexuales en Chile y del abrupto despido, sin explicaciones, de un respetado ejecutivo bancario del Vaticano.

El tema cobró mayor prominencia cuando el papa fue acusado por un cardenal de no darse cuenta de que sus propios diplomáticos estaban “sacrificando” la Iglesia Católica clandestina en China por razones políticas.

Algunos observadores se preguntan si Francisco recibe la información que debe tener un líder de su estatura o si confía más que nada en su instinto y en lo que le dicen sus conocidos.

En sus cinco años como papa, Francisco creó una estructura informativa informal que a veces se contradice con lo que sale de los canales oficiales del Vaticano. Además de las sesiones informativas con personal del Vaticano, el pontífice se reúne cada tres meses con nueve cardenales que lo asesoran y que también le pasan información.

El Vaticano hizo esta semana una inusual defensa de la forma en que el papa recibe información y de sus conocimientos del delicado caso de China. La oficina de prensa de la Santa Sede insistió en que Francisco siguió de cerca las negociaciones con China, en que sus asesores lo informaban “fielmente” y en que estaba totalmente de acuerdo con su secretario de estado en torno al tema.

“Por ello resulta sorpresivo y lamentable que gente de la iglesia esté diciendo lo contrario, generando confusión y controversias”, declaró el vocero del Vaticano Greg Burke.

Semejante afirmación hubiera parecido innecesaria dado que los papas están siempre rodeados únicamente de sus asesores. Pero Francisco vive en el hotel Santa Marta del Vaticano, no en el Palacio Apostólico, y tiene sus puertas abiertas al mundo exterior, lo que le permite escuchar también lo que le dice una red de amigos y otras personas.

“Es víctima del síndrome de Santa Marta”, sostuvo Massimo Franco, columnista del diario italiano Corriere della Sera. “Quería vivir allí porque no quería que la Secretaría de Estado le filtrase la información. Pero el otro lado de la moneda es que está condenado a recibir información que no siempre es precisa”.

En Santa Marta el papa fija su propia agenda, hace sus propias llamadas telefónicas y arregla él mismo sus visitas, a menudo sin conocimiento de la oficina de protocolo del Vaticano. No ve televisión ni se mete en la internet, pero lee el diario Il Messaggero y recortes de diarios con noticias que no están relacionadas con el Vaticano.

Recibe información en persona y también impresa, que le dejan en una carpeta de cuero roja en la recepción del Santa Marta. Un miembro de la Guardia Suiza le sube la carpeta a su habitación y se la entrega a uno de los dos secretarios privados del pontífice.

Francisco tiene dos filtros principales: monseñor Yoannisi Lahzi Gaid, un egipcio copto que trabajó en la Secretaría de Estado del Vaticano, y monseñor Fabián Pedacchio, un argentino que Francisco despachó a Roma en el 2007, cuando era arzobispo de Buenos Aires.

Cuenta además con el prefecto de la Casa Pontificia, monseñor Georg Gaenswein, que programa audiencias oficiales y decide a quién ve el papa al cierre de las audiencias generales de los miércoles.

A veces los papas no son bien servidos por su círculo íntimo: Benedicto XVI, por ejemplo, levantó la excomunión de un obispo que negaba el holocausto judío a pesar de que una simple búsqueda en Google le habría permitido saber que el obispo afirmaba que las cámaras de gas nazis eran un mito.

Francisco confía mucho en un círculo de amigos de Argentina para informarse de lo que sucede en su país, en el Vaticano y en la iglesia en general.

Y puede ser extremadamente terco cuando se le mete algo en la cabeza a partir de la información que le llega, como cuando despidió al número dos del banco del Vaticano, Giulio Mattietti, echado sin explicaciones a finde año.

En su discurso navideño a la burocracia del Vaticano, Francisco despotricó contra empleados del Vaticano que fueron marginados y que “se declaran equivocadamente mártires del sistema, de un ‘papa desinformado’”.

Sin embargo, después de su viaje a Chile, Francisco tuvo que admitir no solo que se había equivocado, sino que tal vez no estuvo bien informado.

El Vaticano anunció el martes que Francisco enviaría un investigador a Chile para que analice el caso de un obispo acusado de encubrir a un cura pedófilo. Francisco defendió firmemente al obispo, Juan Barros, durante su estadía en Chile, pero reconsideró la situación al llegarle “información reciente” al Vaticano, según Burke.

Francisco parecía no estar al tanto de que víctimas de los abusos del reverendo Frenando Karadima vienen diciendo desde hace años que Barros sabía de las acciones de Karadima, que incluso las había presenciado, y no había hecho nada. Uno de ellos, Juan Carlos Cruz, declaró ante fiscales chilenos.

Esa información, no obstante, aparentemente nunca le llegó al papa y dio paso a uno de los fiascos más grandes en sus cinco años de papado. Francisco exigió “pruebas” de que Barros había encubierto los delitos de Karadima y dijo que que sin ellas, esas acusaciones eran meras “calumnias”.

Posteriormente Francisco emitió una disculpa parcial. Pero incluso durante su vuelo de regreso a Roma el 21 de enero, el papa seguía diciendo que estaba convencido de que Barros era inocente. Indicó, no obstante, que estaba dispuesto a escuchar a cualquiera que tuviera información sobre el caso.

El papa hubiera podido haberse asesorado con su embajador en Chile, que, igual que todos los enviados del Vaticano, envía pequeños informes diarios a la Secretaría de Estado del Vaticano que el pontífice lee todas las mañanas. También está en contacto con la jerarquía eclesiástica local, que lo visitó en febrero del 2017.

Francisco, por otro lado, tiene en Chile uno de los nueve cardenales que lo asesoran, Francisco Errazuriz, arzobispo retirado de Santiago. Errazuriz declaró que no les creía a las víctimas de Karadima y archivó la investigación hasta que fue obligado a reabrirla cuando las víctimas hicieron públicas sus denuncias.

Es posible que en cualquiera de estas instancias, quienes no les creían a las víctimas o querían proteger a Barros hayan filtrado el testimonio de las víctimas o hayan expresado dudas antes de que la información le llegase al papa.

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