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Secuestro de clérigos y ciudadanos evidencia inseguridad en Haití

Estos actos no tienen límites, afectan tanto a ciudadanos con fortuna como a familias empobrecidas

Haití.- Siete religiosos y ciudadanos próximos a un cura fueron raptados este domingo cerca de Puerto Príncipe por un grupo criminal de la zona que ha pedido un rescate de un millón de dólares. Los raptos por dinero no son nuevos en el país, pero en los últimos meses se han convertido en una de las crisis que astillan a la isla más empobrecida del Caribe.

Al menos diez personas, entre religiosos católicos y cercanos, fueron secuestradas este domingo 11 de abril en Haití, representando una astilla más en la encrucijada de la nación caribeña. De acuerdo al portavoz de la Conferencia de los Obispos, entrevistado tanto por AFP como por Reuters, entre los retenidos se encuentran cinco sacerdotes, dos monjas y otros tres ciudadanos, estos próximos a un cura ajeno al rapto.

En cuanto a las nacionalidades de los rehenes, todos serían residentes haitianos, salvo dos franceses que, en grupo, en la Croix-des-Bouquets, cerca de la capital Puerto Príncipe, se aprestaban muy temprano a ir a ayudar «a la instalación de nuevo sacerdote» en la isla, según explica el padre Loudger Mazile.

Aunque se ignora quién o quiénes harían parte del secuestro, los responsables han pedido ya un millón de dólares de rescate, en el que incluyen a las tres otras personas no religiosas, como detalla la Conferencia haitiana de Religiosos (CHR).

«La CHR exprime su profundo pesar pero también su gran enfado contra esta situación humana que estamos atravesando desde hace más de una década (…) No hay un día sin lágrimas o sin crujir de dientes y, pese a ello, los llamados líderes de este país, mientras se aferran al poder, son cada vez más impotentes».

«La nación debe ponerse en pie para luchar contra estos matones», manifestó por su parte el padre Gilbert Peltrop, secretario general de la CHR, nada alejado de la inseguridad que se vive desde hace una década, pero que se ha agudizado especialmente desde 2019, con el descrédito del Gobierno de Jovenel Moïse.

Estado de emergencia y no por COVID-19

Ya entonces, en el marco de las protestas de ese año, se hablaba de la proliferación de grupos y pandillas. Hoy la policía del país más pobre del Caribe sospecha que el grupo armado de la zona, bautizado como el «400 Mawozo», podría estar detrás del secuestro, como así lo revela una fuente de sus filas.

Contactada por la agencia AFP, la embajada francesa en el lugar aún no ha desmentido o confirmado nada sobre ello. Solo el Ministerio de Exteriores francés indicó que, en efecto, dos de sus nacionales permanecen secuestrados, sin dar más detalles por razones de seguridad: «El centro de crisis y apoyo del Ministerio de Europa y Relaciones Exteriores está movilizado, así como nuestra embajada en Haití, en estrecho contacto con las autoridades locales».

Si bien, con raptos a cambio de dinero, crímenes violentos y el aumento de armas obtenidas de manera más que dudosa como pan de cada día, esta hipótesis cobra fuerza.

«Ya es demasiado. El momento ha venido, está aquí, para que estos actos inhumanos paren. La Iglesia reza y se une en solidaridad a todas las víctimas de este perverso acto», reaccionó al hecho Pierre-André Dumas, obispo de Miragoâne, en la comuna del departamento de Nippes.

Por ser «demasiado», el poder Ejecutivo haitiano, con su propia crisis interna, decretó en marzo y por un mes el Estado de emergencia en ciertos barrios de la capital y de una región de provincia con el fin de «restaurar la autoridad estatal» en zonas controladas por pandillas.

Una medida que está lejos de equipararse a las cuarentenas o toques de queda de sus vecinos caribeños, debido a la pandemia de COVID-19, sino que apunta de lleno a las bandas armadas que «raptan a personas pidiendo rescates declarados abiertamente, robando y saqueando propiedades públicas y privadas, además de enfrentar a las fuerzas de seguridad», tal cual sentencia el decreto presidencial.

El secuestro de este grupo aproximado de diez personas acontece tan solo dos semanas después de que varios hombres armados se llevaran a un pastor y a otras tres personas durante una ceremonia transmitida en vivo en Facebook.

Ninguno de estos actos tiene límites. Afectan de manera indiscriminada tanto a ciudadanos con fortuna como a familias empobrecidas, que al final son la mayoría. Y no solo involucra a «matones», como lamentaba el padre Peltrop, sino también a policías locales.

La propia selección de fútbol de Belice, en su llegada en marzo a la isla para jugar las eliminatorias a Qatar 2022, se vio rodeada por una facción armada, la «Fantom 509», formada por agentes y exagentes disidentes. Solo pudieron salir de la emboscada pidiendo a los agentes que los escoltaban que les pagaran. ¿De fondo, qué solicitaba el grupo? Mejores condiciones y la entrega de los cuerpos de cuatro oficiales muertos en una operación contra pandillas.

Por toda esta situación, además de una falta sostenida de alimentos, trabajo y salud, las manifestaciones del año 2019 han vuelto a resurgir para denunciar un país astillado por muchos males. En especial, inestable en extremo en cuanto a su política.

El mandatario Moïse estima que su Gobierno tendrá fin el 7 de febrero de 2022, cuando para la oposición, y una parte de la sociedad civil, este terminó el 7 de febrero de este año. Un desacuerdo que se debe a que fue escogido durante una votación cancelada por fraude y reelegido justo un año después.

Así las cosas, y sin Parlamento instalado, Haití vive gobernada a base de decretos presidenciales, dentro de una crisis que no vislumbra un fin inmediato. Tampoco con la organización de un referendo constitucional, tal y como está previsto para este próximo mes de junio.

Fuente: Francia 24

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