Ya no es sólo Haití–República Dominicana. Tampoco Centroamérica-México-Estados Unidos. La crisis migratoria también ocurre en África–Medio Oriente–Europa.
Los flujos de personas que llegan desde Siria, Libia y otros países de África del Norte constituyen un problema dramático, pues se estima en 1 millón de personas con deseos de cruzar el Mediterráneo. El pasado fin de semana, 700 inmigrantes perecieron al zozobrar la embarcación que los transportaba desde las costas de Libia hacia las italianas.
La Unión Europea pretende tomar medidas que detengan esos flujos migratorios ilegales. Una de las decisiones a ser aprobadas será el aumento de recursos para que las fuerzas armadas puedan ejecutar operaciones de destrucción de los botes que se están utilizando para el traslado de ilegales a través del Mediterráneo.
Otra medida para enfrentar la crisis será la de aceptar hasta 5 mil inmigrantes en calidad de asilados y distribuirlos entre los países de la Unión Europeo.
Lamentablemente esas medidas no detendrán la llegada de inmigrantes ilegales, pues no enfrentan las causas que la explican. La migración se debe al diferencial de ingresos entre el país de origen y el país receptor, así como a la inestabilidad política que afecta a esos países.
La única forma de detener la migración ilegal hacia Europa es recuperar la paz en Libia y Siria y adoptar políticas que promuevan el crecimiento económico y la creación de empleo en los países de esa región. Mientras eso no suceda, el Mediterráneo continuará manchándose de sangre.
