El primero de marzo del 2020, el Ministerio de Salud Pública y las autoridades confirmaron el primer caso de coronavirus. En un turista italiano de 62 años, identificado como Claudio Pascualini. Que fue recluido en el Hospital Militar Ramón de Lara, donde recibió todas las atenciones.
Enseguida el gobierno dominicano activó una serie de medidas restrictivas para detener la propagación de la enfermedad. Una de estas medidas fue la del toque de queda, suspensión de vuelos y ordenó las revisiones epidemiológicas en los aeropuertos del país.
Ese mismo día también se informó que otro ciudadano francés de 56 años está en aislamiento, a la espera de ser diagnosticado.
La suspensión de los vuelos afectó a unos 4.000 pasajeros que tenían reservas para volar con una aerolínea de bajo costo desde Milán a La Romana. Una zona turística costera, según datos del Ministerio de Turismo.
El turismo decayó en gran medida y el gobierno inició los planes de ayuda para las personas de escasos recursos. Se impuso un horario para el expendio de bebidas alcohólicas y las personas debían tener un permiso especial para transitar después del Toque de queda.
Se impuso el uso de las mascarillas en lugares públicos y se prohibió las aglomeraciones de personas, entidades de servicios iniciaron sus labores virtuales y el trabajo se dinamizó, adaptándose a trabajar a distancia, de manera remota.
Hasta ese domingo, se habían registrado 85.403 casos y 2.924 muertes, la mayoría en China, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Los boletines de COVID-19 se convirtieron en una rutina diaria, informe en el que para ese entonces el Ministro de Salud. Rafael Sánchez Cárdenas acompañado de un equipo daba el informe de las cifras de los infectados, fallecidos, recuperados y demás incidencias de la enfermedad.
Las redes sociales ganaron mucho auge y nacieron nuevos “Influencers”, que llenaban los espacios con sus ocurrencias, al igual que la interacción con los fanáticos y el público se volvió más estrecha.
