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Sínodo concluye con que la Iglesia recibe a todos sin excluir a nadie

«Cristo quiso que su Iglesia sea una casa con la puerta siempre abierta, recibiendo a todos sin excluir a nadie», señala el mensaje de clausura del Sínodo de los obispos católicos sobre la familia, que terminó ayer tras dos semanas de debates.

Este es el texto con el que tradicionalmente los obispos cierran los sínodos, mientras que ayer en tarde se presentó el llamado documento final que será entregado al papa Francisco y donde los participantes en esta asamblea presentarán sus propuestas y conclusiones sobre varios temas tratados como el de los divorciados y las uniones fuera del matrimonio.

El mensaje del Sínodo, que fue aprobado en la mañana de ayer por una amplia mayoría, agradece «a los pastores, a los fieles y a las comunidades dispuestos a acompañar y a hacerse cargo de las heridas interiores y sociales de los matrimonios y de las familias».

En estos días de debate sobre los desafíos de la Iglesia ante las nuevas situaciones familiares, ya había surgido la idea común, aunque con matices, de una Iglesia de «acogida» y no «de exclusión».

En el mensaje, los obispos, que como es tradición se dirigen a los fieles católicos, utilizan como premisa que también ellos han crecido en «familias con las más diversas historias y desafíos», y que como sacerdotes y obispos encuentran a familias «con una larga serie de esplendores y también de dificultades».

Los 191 llamados «padres sinodales», los obispos con derecho a voto, explican que factores como «el debilitamiento de la fe y de los valores, el individualismo, el empobrecimiento de las relaciones, el estrés de una ansiedad que descuida la reflexión serena», hacen que fracasen los matrimonios.

Y que de estos surgen «nuevas relaciones, nuevas parejas, nuevas uniones y nuevos matrimonios, creando situaciones familiares complejas y problemáticas para la opción cristiana».

Otras de las dificultades que atraviesan las familias, según el análisis de los obispos de estos días, son las «económicas causadas por sistemas perversos, originados en el fetichismo del dinero y en la dictadura de una economía sin rostro y sin un objetivo verdaderamente humano».

El mensaje de los obispos recuerda «al padre o la madre sin trabajo, impotentes frente a las necesidades aun primarias de su familia, o en los jóvenes con días vacíos, sin esperanza, y así pueden ser presa de la droga o de la criminalidad».

El recuerdo de los obispos va también «a la multitud de familias» pobres, inmigrantes, que sufren las guerras, y a las mujeres que sufren violencia, y los niños y jóvenes víctimas de abusos.

El mensaje incluye un llamamiento de los obispos en el que «reclaman a los Gobiernos y a las organizaciones internacionales que promuevan los derechos de la familia para el bien común».

Entre sus sugerencias, los «padres sinodales» valoran el «noviazgo, tiempo de la espera y de la preparación».

Reiteran que «el amor conyugal, único e indisoluble, persiste a pesar de las múltiples dificultades del límite humano» y que «este amor se difunde naturalmente a través de la fecundidad (…) y también el don de la vida divina en el bautismo, la educación y la catequesis de los hijos».

Pero también pueden ofrecer una bella experiencia «quienes no pueden tener hijos».

Los obispos destacan la importancia de «la Eucaristía dominical» para las familias y por ello recuerdan que en estos días se «ha reflexionado sobre el acompañamiento pastoral y sobre el acceso a los sacramentos de los divorciados en nueva unión».

El mensaje termina con una oración y pide a los fieles que «caminen» con ellos hacia el próximo sínodo, que se celebrará en octubre de 2015.

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