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Heridos rohinyás asisten a los hospitales de Bangladés

Heridos rohinyás asisten a los hospitales de Bangladés
Heridos rohinyás asisten a los hospitales de Bangladés

Alrededor de 270.000 refugiados han huido a Birmania

Mohammad Toha no se puede mover. Las enfermeras bangladesíes tuvieron que atar a la cama a este joven rohinyá, que se retuerce de dolor cuando la inyección de morfina deja de hacerle efecto.

El adolescente, de 16 años, fue alcanzado en plena cara cuando los militares birmanos abrieron fuego contra los habitantes de su aldea, cerca de Maungdaw, en el noroeste de Birmania.

Esta región empobrecida en la frontera con Bangladés es el epicentro de violentos enfrentamientos desde hace dos semanas.

«Recibió el impacto de una bala justo por encima del ojo y está gravemente herido. Sufre mucho», explica su padre, que no se aparta de su lado, en el hospital público de Chittagong, el mayor del sur de Bangladés.

Hasta aquí son evacuados los heridos más graves de entre los cerca de 270.000 refugiados que huyeron a Birmania.

«Debería estar en cuidados intensivos» y no en un servicio corriente, lamenta una enfermera, pero sus padres no tienen los medios para pagar eso.

En el hospital de Chittagong, no hay suficientes camas y algunos refugiados rohinyás están instalados incluso en el suelo.

No muy lejos de él, Bashir Ullah ha tenido más suerte: la herida de su pierna es menos grave.

«Empezaron a disparar en todas direcciones mientras escapábamos. Caí y una bala me dio en la pierna», explica.

Los rohinyás huyen de la amplia operación que el ejército birmano lanzó después de que rebeldes rohinyás atacaran varias comisarías de policía a finales de agosto.

La operación ha dejado más de 430 muertos, principalmente «terroristas» rohinyás, según las autoridades birmanas.

Sin embargo, la ONU asegura que han muerto más del doble y denuncia la falta de accesos a la zona de conflicto.

«Tuve suerte. Las balas me alcanzaron pero no perdí mucha sangre. Si no, habría muerto mucho antes de poder encontrar un lugar como este», dice Bashir Ullah.

Ullah llegó hace una semana y asegura que decenas de aldeanos fueron abatidos por los disparos del ejército birmano cuando intentaban huir.

«No somos más que perros» 

Hossain Jahur, de 22 años, afirma que soldados birmanos «le dieron una paliza y que le torturaron», antes de obligar a los habitantes de su aldea a sentarse en el suelo durante una incursión en plena noche.

«Intenté escapar de allí, pero un soldado me tiró un artefacto explosivo, que me mutiló la mano», sostiene, mostrando la mano vendada.

Se trata de unas acusaciones imposibles de verificar sobre el terreno en el lado birmano, pues únicamente el ejército puede acceder a la zona de conflicto.

A pesar de su herida, Hossain Jahur caminó hasta la frontera para huir. «El ejército birmano quiere forzar a los rohinyás a irse», acusa. «Para ellos, no somos más que perros», afirma.

El inspector de policía bangladesí Alauddin Ahmed subraya que, de los setenta rohinyás hospitalizados aquí desde que empezara la crisis, la gran mayoría tiene heridas de bala. «Dos murieron aquí. Varios están en estado grave», indica.

Además de las heridas, muchos cayeron enfermos por haber caminado tanto durante días, sin agua suficiente ni comida, por el barro, bajo la lluvia. Algunos resultaron heridos por la explosión de minas al cruzar la frontera.

Kamal Uddin, un cirujano del hospital, asegura que no hay suficientes medios para tratar a los pacientes heridos de bala.

«Nos cuesta mucho ofrecer el mejor tratamiento a esas víctimas. La suerte de los que están gravemente heridos es incierta», señala.

Las organizaciones humanitarias también han advertido de la falta de medios médicos en la zona y Médicos Sin Fronteras (MSF) anunció que había abierto una segunda sala de hospitalización en una de sus dos clínicas de la región de Kutupalong para enfrentar la creciente llegada de pacientes.

Fuente: AFP

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