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Posible futuro presidente de Brasil , Michel Temer, es conocido negociador

Posible futuro presidente de Brasil es conocido negociador

RIO DE JANEIRO (AP) — El hombre que podría convertirse en el próximo presidente de Brasil goza de tan poca popularidad como la mandataria que enfrenta un proceso de juicio político, y está manchado por escándalos propios.

El vicepresidente Michel Temer, quien no ha ganado una elección propia en una década, es un conocido negociador tras bambalinas, y sus detractores dicen que encabeza la conspiración para destituir a su jefa, la presidenta Dilma Rousseff.

La cámara baja votó el domingo a favor de continuar el proceso de juicio político de Rousseff, y si el Senado también vota a favor, será suspendida de sus funciones mientras dure el juicio.

Eso significa que Temer sería presidente interino durante ese tiempo y posiblemente hasta el final del período de Rousseff en 2018, si es que puede evitar su propia destitución.

Su firma aparece en algunas de las medidas presupuestarias presuntamente ilegales que dieron lugar al proceso contra Rousseff, y aparece implicado, aunque no ha sido acusado, en varias investigaciones por corrupción.

Temer, hijo de inmigrantes libaneses, de 75 años, es uno de los políticos menos populares del país. Pudo llegar a la cima en parte al cultivar relaciones con otros dirigentes como líder del Partido Movimiento Democrático Brasileño, un partido grande aunque fracturado.

Si bien sus modales discretos le han granjeado el mote de «mayordomo», no carece de atractivo. Su esposa es Marcela Temer, de 32 años, una ex participante en concursos de belleza que se hizo tatuar el nombre de Temer en el cuello.

Su aliado, el ex gobernador de Río de Janeiro, Wellington Moreira Franco, dice que su habilidad para hacer acuerdos le ayudará a unificar el país en momentos de polarización profunda, que le ha provocado a la economía más grande de Latinoamérica su crisis más grave desde la década de 1930.

«Michel es un hombre con sentido común», le dijo Franco a la Associated Press. «Nunca quiso estar en esta posición, pero considera que alguien tiene que poner fin a la división rápidamente».

Los detractores, que abundan, dicen que Temer es cualquier cosa menos un estadista desvelado por el futuro del país.

«Capitán del golpe», lo llamó el ex ministro de Hacienda Ciro Gomes, utilizando el mismo término con que Rousseff ha calificado el proceso de juicio político.

«Si (Temer) llega a la presidencia, haré campaña para enjuiciarlo políticamente desde el día siguiente», le dijo Gomes a la prensa.

La relación entre Rousseff y Temer siempre fue fría, pero su alianza política se rompió formalmente la semana pasada cuando la presidenta lo acusó de complotar contra ella.

Y en medio de las maniobras políticas de todos los bandos, se destaca un incidente extraño: una grabación de audio de 13 minutos en la que Temer ensaya un discurso de toma de mando, días antes de la votación en la cámara. Temer aseguró que fue una «filtración accidental», pero sus detractores dicen que probablemente lo hizo para calibrar el estado de ánimo de la gente.

Como presidente, Temer heredaría una larga lista de problemas. Se espera que la economía se contraiga por casi 4%, el virus de zika azota los estados del nordeste y drásticos recortes presupuestarios combinados con inestabilidad política están alimentando temores sobre la capacidad del país para ser sede de los Juegos Olímpicos de Río en agosto.

Durante meses, la comunidad empresarial ha estado esperando que Temer remplace a Rousseff. Pero no está claro si él tendrá la capacidad o el deseo de implementar reformas grandes, incluyendo al costoso sistema de pensiones.

«Pienso que Temer no va a poder gobernar si asume la presidencia», dijo Jandira Feghali, aliada de Rousseff y representante del Partido Comunista, que argumenta que Temer no va a tener la legitimidad necesaria sin una elección presidencial.

Al igual que 60% de los 594 legisladores, Temer enfrenta acusaciones de corrupción, incluyendo la red de sobornos en la petrolera estatal Petrobras. En un reciente acuerdo judicial por un influyente senador involucrado, Temer es acusado de respaldar a uno de los exdirectores de la compañía involucrados en inflar precios de contratos a cambio de sobornos. Investigadores sospechan que los pagos fueron a parar a las manos de Temer y sus partidos.

El vicepresidente ha sido acusado además de participar en compra ilegal de etanol y de estar en una lista de pagos secretos hechos por el constructor Camargo Correa, presuntamente a cambio de contratos favorables. Temer ha refutado las acusaciones.

Como funcionario electo, disfruta un alto nivel de inmunidad. Solamente la corte suprema puede decidir enjuiciarle.

Respetado experto constitucional, Temer ingresó a la política en la década de 1960. Su primer puesto en el gobierno fue en el departamento de educación de Sao Paulo, el estado más populoso del país.

Trabajó en el gobierno del gobernador Adhmar de Barros, cuyo estilo administrativo fue descrito por muchos residentes de Sao Paulo como «roba, pero hace lo que debe hacerse».

Llegó al congreso en 1987, cuando Brasil elaboraba su Constitución tras la dictadura militar y se mantuvo en la cámara baja, con excepción de una ausencia de dos años, hasta el 2010.

En el 2006, la última vez que se presentó a elecciones por su cuenta, Temer fue uno de los diputados con menos votos en Sao Paulo. Aun así, porque su partido era crucial para la coalición de gobierno, se convirtió en presidente de la cámara una tercera vez en el 2009 y fue el compañero de fórmula de Rousseff en el 2010 y de nuevo en el 2014.

Solamente 2% de los brasileños dicen que votarían por él como presidente en el 2018, de acuerdo con un sondeo reciente de Datafolha. La encuesta del 9 de abril concluyó además que 58% de los brasileños quieren que sea enjuiciado políticamente si remplaza a Rousseff. El margen de error fue de 2 puntos porcentuales y se entrevistaron a 2.779 personas en 170 ciudades.

«Si él dice que no va a presentarse a reelección, eso le daría el status de estadista», dijo Marcos Troyjo, profesor de la Universidad de Columbia. «Eso daría a su gobierno un período de gracia».

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