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Muere Jiang Zemin, artífice de la «China potencia»

Muere el ex presidente chino Jiang Zemin

El ex presidente chino, Jiang Zemin, murió este miércoles en Shanghai. Tenía 96 años y llevaba tiempo fuera de los focos por una leucemia. Su destacada ausencia el pasado octubre durante el trascendental congreso del Partido Comunista, al igual que en las celebraciones del centenario del partido el año pasado, ya habían desatado los rumores sobre sus problemas de salud.

Fue visto en público por última vez el 1 de octubre de 2019, ocupando su lugar entre los ancianos del partido invitados a asistir a las celebraciones del 70 aniversario de la fundación de la República Popular China.

Jiang fue un ingeniero electrónico que en su juventud hizo carrera en fábricas de coches en China y en Rusia. Llegó al poder tras la sangrienta represión al movimiento estudiantil que protestaba en la Plaza de Tiananmen en 1989. Fue elegido secretario general del Partido, el cargo de quien realmente manda en China. Asimismo, presidente de la Comisión Militar Central. Antes había sido jefe del partido de Shanghai.

Muere Jiang Zemin, artífice de la "China potencia"
Jiang ocupó los principales cargos de poder en China

En 1993 se convirtió también en presidente del país. Entre 2002 y 2003 fue apartándose de la primera línea política dando la entrada a su sucesor, Hu Jintao. Aunque los analistas sostuvieron que la influencia de Jiang continuó hasta una década después de entregar la varita de mando.

Su figura será recordada en China sobre todo por ser el padre de la adhesión del gigante asiático a la Organización Mundial del Comercio en 2001. Un hecho clave en la apertura del país al resto del mundo y a su desarrollo económico desenfrenado los siguientes años.

La importancia de Jiang Zemin para China

A Jiang se le atribuye ser el artífice de la apertura del camino para el alzamiento del país como la superpotencia mundial que es hoy en día. Estuvo al frente de una locomotora que iba a gran velocidad con políticas de liberalización económica. Abrió las fronteras chinas al mercado mundial y las puertas de su partido a los empresarios.

Tras la masacre de Tiananmen con el reformista Deng Xiaoping a los mandos de Pekín, el líder cogió el timón con el país navegando en aguas revueltas internacionales. Principalmente con las democracias de Occidente dando la espalda a China por la matanza del ejército contra estudiantes que pedían más democracia.

Poco a poco, Jiang fue mostrando una cara más amable del país y moviendo algunos hilos para que el mundo abriera sus puertas a China. Consiguió que Hong Kong volviera a ser territorio chino en 1997 tras el dominio colonial británico, al igual que los portugueses devolvieran Macao en 1999.

Apertura internacional

Jiang Zemin (der) junto al entonces presidente de EEUU, Bill Clinton

Logró reconducir las relaciones con Estados Unidos a pesar de los ruidos de un posible conflicto armado sobre Taiwan y el bombardeo estadounidense en 1999 a la embajada china en Belgrado durante los combates por Kosovo. Incluso alcanzó un hito deportivo después de que, en 2001, Pekín se convirtiera, bajo su supervisión, en anfitriona de los Juegos Olímpicos de 2008.

Dentro de China, sus críticos señalan su permisividad con la corrupción desmedida que enriqueció a muchos dirigentes de su facción afín dentro del partido. Se rodeó de un grupo de protegidos, bautizados como la «camarilla de Shanghai», con una influencia que se ha extendido durante muchos años, hasta que el presidente Xi Jinping rompió definitivamente durante el pasado congreso del partido con los últimos resquicios de los herederos de ese grupo, borrando todo rastro en la cúpula del poder de los cercanos al otro ex líder, Hu Jintiao, discípulo de Jiang.

El ex presidente fallecido también sentó las bases para un control cada vez más estricto de todo lo que rodeaba a la política nacional y a la ideología del partido, así como endurecer la represión contra la disidencia. Bajo su liderazgo, las autoridades lanzaron una cruzada contra los miembros del movimiento espiritual Falun Gong, visto por Pekín como una «secta diabólica». El Gobierno de Jiang prohibió las enseñanzas del grupo por la influencia que estaban adquiriendo entre la población, llegando a contar con 70 millones de adeptos en el país asiático.

Otra cara de China

Los emisarios internacionales que coincidieron con Jiang lo describen como una figura que rompió con el perfil que arrastraban los líderes chinos, de rígidos e inescrutables. Mostrándose principalmente como una persona afable y cercana en el trato.

Tras la noticia de su muerte, en las redes chinas se volvieron virales algunos momentos simpáticos protagonizados por el ex presidente, como un vídeo en el que sale cantando acompañado por Julio Iglesias y el venezolano Hugo Chávez durante una gira por América Latina.

Otro vídeo resucitado en redes es en el que se arranca a cantar O sole mio delante de Luciano Pavarotti, durante una visita en 2001 del tenor a Pekín. Jiang, con buenas dotes para la ópera, bailó con la esposa del entonces presidente francés, Jacques Chirac. También dio pequeños recitales de piano en privado a algunas de sus visitas de renombre y de una visita a España en 1996 salió una icónica fotografía del presidente chino sacando un peine del bolsillo para acicalarse mientras a su lado estaba el rey Juan Carlos I.

Su legado

Con sus sombras, el legado que deja Jiang es el de un tecnócrata que iba a ser un líder de transición y que acabó sentado 14 años en el trono de Pekín. Fue capaz de sostener los cimientos del partido único convenciendo a su pueblo de que era la única vía para la prosperidad, cuando desde Occidente señalaban que estaba destinado a caer como Mijaíl Gorbachov con la Unión Soviética. Todo ello mientras bajo su mandato se triplicaba el tamaño de la economía china y se llenaban los escaparates de las tiendas de todo el mundo con productos fabricados en China.

Más contenido por Andrés Tovar

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