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Katherine Tapia, la expolicía que hizo a América finalista de la Copa Libertadores

Luz Tapia (d), arquera de América, celebra con sus compañeras la victoria por penales ante Corinthians, el 17 de marzo de 2021, durante un partido por la semifinal de la Copa Libertadores femenina, en el estadio Nuevo Francisco Urbano en Morón (Argentina). EFE/ Juan Ignacio Roncoroni

Eligió guardar su escudo y casco para hacer realidad el sueño de ser futbolista profesional

Medellín (Colombia).- En una placa de cemento, descalza y con tan solo ocho años, la pelota deslumbró a Luz Katherine Tapia, la portera que llevó al América de Cali a la final de la Copa Libertadores en un partido memorable que avaló su decisión de poner al fútbol por encima de su carrera como policía.

Tapia, figura clave en los penales al atajar dos cobros al vigente campeón Corinthians, exhibió el pasado miércoles en Buenos Aires el carácter que forjó cuando se unió al Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad), la fuerza más temida de la Policía colombiana para disolver manifestaciones, y a la que se le acusa de varias muertes en protestas.

«Son mundos diferentes», dijo al revisar esos dos roles, que en un momento empezaron a competir hasta el punto que, en octubre de 2019, eligió guardar su escudo y casco para hacer realidad el sueño de ser futbolista profesional.

Haber nacido en una familia de policías le marcó un camino. Se enlistó en 2013 en la institución, se graduó y optó por el Esmad para incursionar en un cuerpo de élite con notable presencia masculina, en el que sus integrantes superan estrictos controles físicos y sicológicos.

«Como mujer era un reto pertenecer a esa especialidad de hombres. Me gustaba la adrenalina que se siente dentro del grupo. Hay que estar atento para que no te lastimen con algún artefacto explosivo», comentó la guardameta de 28 años.

Intervenía en operaciones de control antidisturbios en manifestaciones estudiantiles. Aunque nunca pasó por una «situación complicada», sí recuerda haber sido golpeada con un palo en la cabeza durante una protesta.

«Esa experiencia me marcó. Uno es policía para toda la vida», apostilló Tapia.

De limpiar casas a los libertadores

En su natal Lorica, el mismo municipio del departamento de Córdoba en el que nació la centrocampista del Atlético de Madrid Leicy Santos, despuntó en el deporte como defensa central en el club Alianza Sur e integró seleccionados regionales.

Haber entrado en 2012 en el radar de Ricardo Rozo, el técnico de la Selección Colombia femenina en ese entonces, significó un antes y un después en su vida, pues logró competir con el equipo patrio en mundiales al lado de referentes como Yoreli Rincón y Natalia Gaitán, jugadoras del Inter de Milán y del Sevilla, respectivamente.

Una beca en el club Gol Star le permitió dar el salto del corregimiento (caserío) Las Flores a Bogotá, donde el entrenador Diego Rodríguez Toro fue el responsable de ese tránsito de jugadora de campo a portera. Sus 1,78 metros y el tamaño de sus manos le ayudaron.

«Me gustó la sensación de estar volando y me quedé en el arco», comentó.

Mientras se abría camino en el fútbol aficionado, la figura de América en la semifinal de la Libertadores buscó la forma de sostenerse en la capital.

«En una casa de familia cuidaba a una señora. También trabajé por días haciendo aseo. Así conseguía lo de los pasajes y cubría mis gastos», relató Tapia.

La ‘hija de Higuita’ y una liga digna

Cerró el capítulo como deportista para responder al legado familiar convirtiéndose en policía. Pasaron los años y el destino la puso en Medellín. Pero allí de nuevo se encendió la llama.

Con el Esmad custodió el autobús de Atlético Nacional, club por el que hinchó desde niña y que le abrió la puerta del profesionalismo. Presentó pruebas en 2017 y logró ser seleccionada de entre doce aspirantes.

Al principio vivió a la sombra de la portera brasileña Karen Hipólito mientras recuperaba su buen achique, potencia de piernas y cortes aéreos. Esos cuatro años alejada de las canchas hicieron mella.

Intentó combinar sus dos roles. Tapia no lo logró. En el cuerpo élite al que pertenecía «me pusieron entre la espada y la pared. Me dijeron: la policía o el fútbol. Mi familia no me apoyaba con el fútbol. Tomé la decisión a escondidas», contó la también auxiliar contable.

Pasó de velar por la seguridad de sus ídolos a compartir con ellos la sede deportiva y el mismo escudo. Se hizo un nombre en Nacional, del que fue su capitana, y empezó a mostrar progresos con la guía de Fabio Calle, el entrenador de arqueros que pulió a David Ospina y al argentino Franco Armani.

Además, tuvo la oportunidad de tener sesiones de trabajo con el legendario René Higuita, otro de sus referentes.

«Él (Higuita) me decía que yo era su hija porque soy crespa y arquera. Siempre recibí consejos increíbles. Nos obsequiaba guantes para motivarnos y acompañarnos en el proceso», relató la ex-policía, quien el año pasado se convirtió en primera arquera en anotar un gol en la inestable Liga Femenina colombiana, a la que criticó por su duración.

Mientras que los hombres jugarán los dos torneos (unos seis meses) este año, las mujeres apenas saldrán al campo mes y medio, entre el 18 de julio y las primeras semanas de septiembre.

«¿Quién puede vivir todo el año con un salario de tres meses? Solo exigimos garantías necesarias para nuestra profesión, respeto por nuestro trabajo», expresó en Twitter la guardameta.

Para 2021, América confió en su carácter y condiciones. Le encomendó su arco en la Libertadores. No defraudó. Lo tiene a 90 minutos del título, en una final con el Ferroviaria brasileño. Y así como plantó cara en protestas, lo hará en Argentina este domingo para cumplir otra meta y honrar a su familia.

«Mis papás son ahora mis fanáticos número uno. Les demostré a ellos que sí se puede. Soy feliz y estoy cumpliendo mis sueños», declaró la portera.

Fuente: EFE

 

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