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Comedores populares de Río de Janeiro cierran por crisis financiera

Comedores populares de Río de Janeiro cierran por crisis financiera

Los hambrientos en Río de Janeiro se convirtieron el jueves en los más recientes afectados por la crisis financiera estatal, cuando algunos de los comedores populares de mayor demanda cerraron por falta de fondos.

El departamento de servicios sociales indicó que tres de los 16 comedores administrados por el gobierno iban a cerrar totalmente y que se va a dejar de servir el desayuno en otros cinco centros.

Fue el golpe más reciente de una crisis financiera que está atizando preocupaciones en torno a si Río de Janeiro podrá costear policías y una línea de tren subterráneo antes de los Juegos Olímpicos que comienzan el 5 de agosto. La agencia de apoyo social dijo que uno de sus proveedores de alimentos no ha recibido pago alguno durante un año y se le deben cerca de 7,5 millones de dólares.

En el comedor Central do Brazil, detrás de la estación central de ferrocarriles, cientos de personas aguardaban en una fila el jueves, muchos de ellos desamparados que viven en las calles o vendedores ambulantes que venden ropa de segunda, zapatos, juguetes descartados y celulares viejos. Pagaron 2 reales, equivalentes a 62 centavos de dólar, por una comida caliente con frijoles, fideos y arroz con salchicha en un centro que ha servido de comer a 3.800 personas cada día.

Un letrero escrito a mano y pegado con cinta adhesiva recibió a los comensales en la entrada: «Hoy cerramos nuestros servicios». Un hombre que no dio su nombre gritó: «¡Debería darles vergüenza, ladrones!».

A Raimunda Ferreira, de 78 años, se le llenaron los ojos de lágrimas al salir del centro. «¿Qué es lo que vamos a hacer ahora?», se preguntó.

Josué Neri de Souza, un portero de 74 años, dijo que había comido en esas instalaciones desde que abrieron sus puertas en el 2000 y que se sentía traicionado por el gobierno.

«Nos están despojando de nuestros derechos», dijo. «Esto es para nosotros, los pobres, gente que vive en las calles, gente que no gana ni siquiera el salario mínimo».

Paulo Melo, secretario de servicios sociales del estado, dijo que le había advertido al gobernador del estado de Río de Janeiro, al jefe del gabinete y al secretario de finanzas que los comedores necesitaban más fondos inmediatamente.

«Traté de convencerlos», dijo en un comunicado. «En este momento, es obvio que no podemos ofrecer servicios a nuestra gente».

Los ingresos del gobierno estatal han sido afectados fuertemente por la caída mundial de los precios del crudo en años recientes. A principio de este mes, el gobernador interino de Río declaró un estado de desastre financiero, dando a funcionarios más libertad para administrar los reducidos recursos sin quebrantar la ley. El estado ha estado pagando cada dos meses a maestros y trabajadores retirados. Algunas estaciones policiales carecen de productos básicos como papel higiénico y están pidiendo donaciones.

Diego Luiz, vendedor ambulante que comió con su esposa en Central do Brazil, dijo que la calidad de las comidas había empeorado en el último año, cuando el gobierno comenzó a retirar del menú ingredientes como carne y muchas frutas y verduras. El centro también subió el precio de uno a dos reales.

«Solo Dios sabe qué es lo que vamos a comer ahora», dijo Luiz.

Thalia Martines, una joven embarazada de 19 años, se acariciaba la barriga mientras daba de comer a su niña de dos años en un plato de arroz con frijoles, a la vez que la menor jugaba con gorras rojas de béisbol que su madre planeaba vender en la calle.

«A ella le gusta la comida. No es la mejor. Sería bueno si nos pudieran dar pan y frutas y algunas verduras, pero es algo», dijo Martines. «Me gustaría que continuara abierto».

 

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