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Nobel trae nuevo aire a Santos en una Colombia dividida

Nobel trae nuevo aire a Santos en una Colombia dividida
Nobel trae nuevo aire a Santos en una Colombia dividida

El Nobel de la Paz le cayó al presidente Juan Manuel Santos como una nube de aire fresco en un país dividido que no ve aún salida a un acuerdo con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

Tras una semana amarga de incertidumbre y negociaciones difíciles, el presidente volvió a sacar la sonrisa de cuando hace anuncios que le emocionan: «debemos reconciliarnos y unirnos para culminar este proceso». La adrenalina del premio lo impulsó a hacer un llamado a la unión nacional tras un plebiscito en el que se rechazó el acuerdo con la guerrilla por un estrecho margen.

«Este premio les dice: han llegado demasiado lejos para dar marcha atrás», dijo en un comunicado el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon. Las felicitaciones venían desde todo el mundo y auguraban a Colombia que los acuerdos se conviertan en paz cuanto antes.

En las calles de Bogotá, sin embargo, algunos recibieron con cautela el reconocimiento.

«De momento estamos con premio, pero sin paz», dijo Luis Pineda, un portero de 60 años, convencido de que el presidente va en el buen camino para obtener ese galardón, pero que «todavía tiene que ganárselo más».

El «No» se impuso por menos de medio punto y más del 60% de abstención. El resultado dio al máximo rival de los acuerdos, el ex presidente Álvaro Uribe, el lugar en el debate que buscaba desde hace tiempo. Uribe protagonizó durante meses una campaña de bajo perfil, recorriendo las zonas rurales de su influencia y alzando la voz en las redes sociales, con la que difundió la idea de que el acuerdo llevaría a Colombia a un modelo «castrochavista» y a la impunidad de los guerrilleros.

Pineda, el portero, lleva décadas desplazado para huir de la violencia y es uno de los colombianos que rechazó el pacto entre el gobierno y las FARC, firmado el 26 de septiembre en Cartagena de Indias por todo lo alto en presencia de una docena de jefes de Estado.

«No estoy de acuerdo con que los guerrilleros no paguen cárcel ni en que les den sueldos que a los pobres nos cuesta tanto ganar», explicó, resumiendo la posición general de los opositores.

Contra todo pronóstico, la posición de Uribe caló. Santos, que le llevaba ventaja en las encuestas y tenía de su lado a la comunidad internacional, quedó humillado.

Los analistas esperan que la presión del Nobel flexibilice las posturas de los tres actores. Pero ni Uribe ni las FARC parecen dispuestos a ceder por ahora.

Mientras el gobierno y la oposición dialogan en Bogotá a puerta cerrada para intentar acercar posiciones, los negociadores de La Habana se mostraron este viernes cohesionados y con el compromiso de mantener el cese al fuego bilateral vigente desde agosto.

Pero el impase no puede extenderse ilimitadamente. De hecho, el mismo Santos acotó el cese al fuego al 31 de octubre y romperlo le supondría un grave costo político, sobre todo después de lograr el máximo galardón como pacifista por intentar acabar con un conflicto que deja más de 200.000 muertos y casi ocho millones de víctimas.

Por temor a lo que pueda pasar, sin embargo, los frentes de la guerrilla que se reunieron hace unas semanas en el sur de Colombia para celebrar la Décima Conferencia de las FARC han empezado a replegarse hacia sus campamentos en los últimos días.

Mientras tanto, la ciudadanía intenta fraguar un germen de presión ciudadana en las calles, donde el Nobel también fue interpretado como un espaldarazo. Animados por el éxito de una manifestación que reunió el miércoles a miles de personas, estudiantes y representantes de distintos sectores de la sociedad civil se organizan tímidamente para exigir paz.

«Desde el domingo estamos viviendo un carrusel de emociones. Estamos muy contentos de que la comunidad internacional esté presionando porque estamos en un limbo», dijo Ary Capella, un activista de 37 años. Capella lleva dos días durmiendo con una docena de compañeros en la plaza de Bolívar, a pocas cuadras de la presidencial Casa de Nariño en un movimiento que llaman Campamentos por la Paz: «Esto nos da muchas fuerzas para exigir los acuerdos ya».  

Más contenido por Rosa Reyes

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