Las relaciones entre la Santa Sede y Cuba no han sido un camino de rosas. Cuando el comunismo llegó a la isla, no pasó mucho tiempo hasta que la Iglesia católica se convirtió en uno de sus objetivos.
Los católicos eran sospechosos, tanto, que Fidel Castro incluso hizo deportar a los sacerdotes. Se expropiaron las parroquias y se cerraron las escuelas católicas. Incluso, los católicos no podían optar a puestos de mando. El tamaño y la influencia de la Iglesia católica disminuyó además debido a la huida de miles de cubanos de la isla.
En 1992 el gobierno comunista modificó la constitución y pasó de declararse ateo a declararse secular.
Pese a esta delicada situación, Cuba y la Santa Sede continuaron sus relaciones diplomáticas. De hecho, Cuba es el único país comunista con el que la Santa Sede nunca ha roto relaciones. Todo pese a cómo el gobierno trata a los cristianos, tanto en el ámbito público como en el privado.
Ambos estados han mantenido sus diferencias por los ataques a la libertad religiosa y el encarcelamiento de los opositores. En otras cuestiones como la guerra, la deuda o la pobreza sí están de acuerdo. Tanto Cuba como la Santa Sede han criticado el embargo de Estados Unidos.
Ahora están en su mejor momento pero han hecho falta décadas de paciente trabajo diplomático.
Ha sido el Papa Francisco el que ha puesto punto final al proceso pero las negociaciones para el restablecimiento de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba se han desarrollado durante años.
Lentamente el gobierno de la isla ha suavizado las restricciones a la libertad religiosa con gestos simbólicos como reconocer la Navidad o la Semana Santa como festividades. Además, una parte de las iglesias confiscadas se han devuelto.
En junio hace 80 años que la Santa Sede y Cuba entablaron relaciones diplomáticas. Ahora sólo el tiempo demostrará la evolución de las relaciones entre ambos estados y, lo que es más importante, como se va a reflejar en la vida de los católicos cubanos.
