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Más allá de la fe: monjas en retiro viven entre múltiples precariedades

Viven 11 monjas que en su mayoría trabajaron en el área de la enfermería

Santo Domingo RD.- En la calle Rosa Duarte No. 64, del sector Gascue, está ubicada la casa de retiro de las hermanas Misioneras Dominicas del Rosario, esta hermandad lleva 70 años en la República Dominicana y tiene presencia en 22 países del mundo.

En ese hogar de retiro viven 11 monjas que en su mayoría trabajaron en el área de la enfermería, dedicando toda una vida al servicio de los demás.

Arancha Lavale, el próximo 25 de diciembre cumple 99 años de edad, fue enfermera durante toda su vida trasladándose desde el Seibo hasta Hondo Valle, en la provincia San Juan, con sus propios recursos, para cuidar a personas con Lepra. Hoy Arancha solo escucha por el oído izquierdo, pero a viva voz dice que sirvió al prójimo de corazón.

Pese a que en su juventud trabajó incansablemente en el Instituto Nacional de Dermatología, Arancha recibe una pensión de 500 pesos mensuales.

CDN tuvo acceso a los recibos de cuatro cheques correspondientes a los meses de agosto, septiembre, octubre y noviembre de 2017 por valor de 500 pesos. La hermana Lavale, solo cuenta con esta cantidad para cubrir los gastos de medicina.

Los gastos en medicamentos en esta casa de retiro pueden llegar hasta los 80 mil pesos mensuales, la hermana Inmaculada Nagute, quien es la administradora, desde su escritorio intenta idear una fórmula mágica entre muchos gastos y pocos ingresos.

Eutenia Eurrutia a quien le preguntamos el secreto de la longevidad, porque a sus 100 años continúa despertándose a las cinco de la mañana, para trasladarse hasta su lugar de trabajo, en el patronato del Instituto Nacional de la Diabetes. Para esta hermana la palabra retiro es prácticamente un chiste.

Margarita Pablo, a sus 90 primaveras, narra que siempre mantuvo una vida muy activa siendo maestra de varias generaciones, pero debido a varias operaciones en una de sus piernas, el retiro la alcanzo.

La Hermana Pablo habla además sobre su decisión de ser monja y renunciar a la vida personal.

Ana Aldabe, de 98 años, llamada cariñosamente Anita, hace varios años perdió la visión, pero su mente sigue lucida.

La vocación de ser monja es que también supone riesgos, porque quienes deciden servir, deben servir con corazón, fervor y sin temor.

La hermana Inmaculada Naguta, viaja en la línea del tiempo y recuerda como durante la Revolución del Congo en 1955, fue secuestrada por tres días junto a varias hermanas misioneras y cuatro fueron asesinadas.

La residencia, de tres niveles posee ocho habitaciones con baños privados, sala, comedor, cocina, galería, y jardín. En la entrada con gran esfuerzo y apelando a la caridad intentan reconstruir parte de la casa que fue demolida debido al deterioro.

La rutina inicia a las seis de la mañana. Se prepara el desayuno y se realiza a oración, el resto del día se llevan a cabo diversas actividades: juegos de mesa, domino y lectura, para mantener la mente activa.

Durante estas jornadas quien más disfruta es la hermana Aurora, quien sus 98 años, padece de Alzahimer, pero aún no olvida como sonreír, mantiene su peculiar sentido del humor, y las demás la describen como la chispa de la casa.

Por: Catheryne Sánchez

Más contenido por Redacción CDN

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