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El cangrejo de sangre azul y su posible contribución a la vacuna contra la Covid-19

Inertes en la arena de la playa, sus caparazones cobrizos relucen como cascos de soldados abandonados. Flotando entre las olas, su forma recuerda a la de las tortugas. Pero basta con verlos boca abajo, con sus cinco pares de patas y su temible pincho, para comprender por qué los cangrejos herradura del Atlántico en realidad tienen más que ver con los arácnidos que con los crustáceos.

También para ellos el coronavirus es una mala noticia. Aunque incluidos en la lista de animales vulnerables, estos artrópodos van a seguir siendo utilizados para fines médicos por más tiempo del esperado.

El motivo, su preciada sangre azul, que salva vidas. El robusto sistema inmunológico de estos fósiles vivientes, como se conoce a las pocas especies que apenas han cambiado en millones de años, ha sido su salvación al permitirles sobrevivir a todo tipo de cataclismos e infecciones. Sin embargo, desde que en 1956 un investigador estadounidense se propuso averiguar sus secretos, se convirtió en su maldición.

Lo que Frederik Bang descubrió es que la sangre (hemolinfa) de estos cangrejos contiene hemocianina, una proteína rica en cobre que se torna azul en contacto con el oxígeno, y unas células llamadas amebocitos que al detectar la presencia de toxinas de bacterias provocan la coagulación del líquido corporal. Como sospechaba Bang, su función es inmovilizarlas e impedir que contaminen al organismo.

Veinte años después, apoyándose en sus hallazgos, dos científicos de la Universidad Johns Hopkins diseñaron el lisado de amebocitos de Limulus o LAL, convertido en el test estándar en farmacología para verificar la seguridad de medicamentos inyectables, vacunas, prótesis e implantes.

Millones de ejemplares han sido capturados en las últimas décadas para llevarles a laboratorios y extraerles un tercio de su sangre, que se vende a unos 15.000 dólares el litro. El proceso es bastante rústico. Los animales son inmovilizados para perforarles el caparazón hasta llegar al corazón con una aguja y sacar el líquido corporal. Pasadas 72 horas, son devueltos al mar. Calculan que en una semana recuperan su volumen de sangre normal pero una cifra no desdeñable de ellos no sobrevive al proceso.

En el 2018 se capturaron 464.000 ejemplares adultos. De acuerdo con la Comisión de Pesca Marina de los Estados Atlánticos, unos 50.000 mueren tras ser devueltos al mar pero los grupos conservacionistas elevan la cifra hasta los 130.000 y advierten de que algunas hembras luego tienen problemas para reproducirse. El proceso de apareamiento puede observarse estos días en Delaware, donde vive una de las mayores poblaciones mundiales de este quelicerado también conocido como cangrejo cacerola o bayoneta. Bajo el agua, uno o varios machos se acoplan a la hembra, que cava un agujero en la arena para depositar sus huevos y deja que estos los fertilicen.

Por motivos que se desconoce, la especie solo vive en el Atlántico Norte (de Maine a Yucatán) y varios países de Asia oriental. El animal está incluido en la lista de especies vulnerables. Su población mundial se ha reducido fuertemente durante el último siglo como consecuencia de la contaminación, la pérdida de hábitats naturales y la sobrepesca (antes se usaron como fertilizante y pienso, ahora de nuevo como cebo), de ahí las campañas de concienciación para protegerlos e impulsar pruebas que sustituyan al LAL, ya disponibles.

Mientras la Farmacopea Europea –el organismo ligado al Consejo de Europa que marca las normas de calidad para la fabricación de medicamentos– acaba de aceptar el Factor C recombinante (rFC), la alternativa sintética a los extractos del animal, como prueba de calidad válida, en EE.UU. no se ha avalado al mismo nivel. “Dada la importancia de las pruebas de endotoxinas para la protección de los pacientes, el comité decidió que finalmente era necesario contar con más pruebas prácticas”, explicó la Farmacopea de EE.UU. (USP) a Reuters.

La decisión se ha tomado en plena carrera mundial por el desarrollo de una vacuna contra el coronavirus. “Es una locura que en plena pandemia vayamos a depender de un extracto de un animal salvaje”, ha lamentado en The New Tork Times Ryan Phelan, responsable de Revive and Restore, un grupo de oenegés por la conservación del cangrejo herradura. La población es actualmente estable. Probar y fabricar las nuevas inmunizaciones requerirá una enorme cantidad de sangre animal pero según las empresas que fabrican los tests LAL no hay riesgo de desabastecimiento. A su pesar, la vacuna contra la Covid puede ser la próxima contribución al bienestar humano de este animal marino, uno de los más antiguos habitantes de la tierra.

Por: La Vanguardia

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