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Casi todos los pacientes hospitalizados por coronavirus tienen además hipertensión, obesidad o diabetes

La hipertensión se registró en el 56,6% de los casos, la obesidad en el 41,7% y la diabetes en el 33,8%

El arco de problemas que el nuevo coronavirus presenta al cuerpo humano —desde ningún síntoma hasta la necesidad de un respirador en cuidados intensivos— es uno de los desafíos más importantes al enfrentar la pandemia. Por primera vez un estudio de gran escala —5.700 pacientes— reveló que casi la totalidad de los enfermos que deben ser hospitalizados, el 94%, tiene además una condición crónica anterior, como hipertensión, obesidad o diabetes, y la gran mayoría, el 88%, tiene al menos dos.

Aunque se conocía que el COVID-19 era particularmente peligroso para personas con cuadros subyacentes, sobre todo coronarios y respiratorios, el nuevo trabajo, realizado en 12 hospitales del Sistema Médico Northwell de la ciudad de Nueva York, mostró la magnitud enorme y desconocida de este fenómeno: sólo el 6% de las personas que requirieron los cuidados de un centro de salud no tenían otros problemas concomitantes.

“Hasta donde sabemos, este estudio representa la primera gran serie de casos de pacientes hospitalizados de manera sucesiva con COVID-19 confirmado en los Estados Unidos”, escribieron Karina Davidson y sus colegas en la Revista de la Asociación Médica de los Estados Unidos (JAMA). “Las personas mayores, los hombres y aquellos con hipertensión y/o diabetes preexistentes prevalecieron de manera notable en esta serie de casos, cuyo patrón fue similar a los datos reportados de China”. Es decir, indicaría que el comportamiento de la enfermedad causada por el SARS-CoV-2 es exactamente así, más allá de las diferencias sociales, ambientales y culturales.

De manera individual, la hipertensión se registró en el 56,6% de los casos, la obesidad en el 41,7% y la diabetes en el 33,8%, sobre un total de hospitalizaciones con más hombres que mujeres: 60,3% y 39,7% respectivamente, con una edad promedio de 63 años. Una cantidad más pequeña de pacientes tenía otros problemas crónicos, como enfermedad coronaria, enfermedad renal o enfermedad respiratoria.

Al llegar al centro médico, el 30,7% de los pacientes tenía fiebre, el 27,8% necesitó oxígeno y el 17,3% mostró una función respiratoria alterada. La proporción de gente sin fiebre pero con necesidad de ser hospitalizada —casi 7 de cada 10 personas— fue un indicador llamativo. Eso podría implicar que algunas medidas que intentan controlar la pandemia, como tomarle la temperatura a la gente en el transporte o en el trabajo, podrían no ser tan útiles como se creía.

Complicaciones y mortalidad

La investigación de Davidson —médica de Northwell Health y de su brazo científico, Feinstein Institutes— siguió también los 2.634 casos que al cierre del trabajo ya no estaban hospitalizados, porque recibieron el alta o porque murieron, y encontró que el proceso dentro del hospital había sido sumamente duro: el 14,2% estuvo en terapia intensiva, el 12,2% recibió asistencia de un respirador y el 3,2% necesitó alguna forma de terapia de reemplazo renal, como la diálisis.

El 21% murió. Eso no significa que la tasa de mortalidad del nuevo coronavirus sea así de alta, sino que uno de cada cinco casos que estaban lo suficientemente enfermos como para necesitar ser hospitalizados terminaron en fallecimiento. Mientras se desconozca la cantidad de infectados asintomáticos, algo en extremo difícil por la falta de kits de análisis, será imposible establecer esa tasa.

En diferentes subgrupos la mortalidad de los pacientes ingresados con COVID-19 resultó devastadora: el 88% de los que necesitaron un respirador no sobrevivió. La tendencia fue más pronunciada en el caso de los mayores de 65 años, entre quienes llegó al 97,2%, que entre los adultos de 18 a 64 (76,4%), según el trabajo. En cambio, la mortalidad de las personas de esos mismos grupos de edad que no requirieron de un respirador fue del 26,6% y del 19,8%, respectivamente.

Aunque hubo que hospitalizar a docenas de niños y de adolescentes, todos sobrevivieron. Las mujeres mostraron también una ventaja en comparación con los varones: un índice menor de ingreso al centro médico y también un índice mayor de supervivencia: aunque el riesgo de morir aumentaba junto con la edad en todos los casos, se incrementaba más rápidamente para los hombres. Si hasta los 40 años la mortalidad masculina era de un dígito, hacia los 80 años era del 60%, mientras que la de las mujeres llegaba al 48 por ciento.

Los datos, recabados entre el 1º de marzo y el 4 de abril, mostraron también correlaciones dolorosas. Entre los pacientes que murieron, aquellos que tenían diabetes habían tendido a necesitar respiradores y terapia intensiva en mayor medida que los enfermos de COVID-19 no diabéticos. Algo similar se comprobó en el caso de los fallecidos que además sufrían de hipertensión. La diabetes también fue un factor de mucha incidencia en el caso de quienes desarrollaron insuficiencia renal.

Quién llega a la terapia intensiva

Entre los 373 pacientes que necesitaron cuidados intensivos, las dos terceras partes fueron varones, y la edad promedio del total fue de 68 años. Permanecieron en la unidad de terapia intensiva durante un promedio de cuatro días, y una pequeña fracción de ellos —2,2%— debió regresar allí una vez que había pasado a una habitación común; entre ellos había más personas mayores que vivían en un hogar de ancianos o un centro de rehabilitación. La segunda estadía fue de tres días en promedio.

Otro hallazgo —uno aparentemente ilógico— es que “tanto en el caso de los pacientes dados de alta vivos como en el de los fallecidos, el porcentaje de quienes fueron tratados en terapia intensiva o recibieron asistencia respiratoria invasiva aumentó en el grupo de edad de 18 a 65 años en comparación con el grupo de edad de más de 65 años”, destacó el estudio.

Fuente: RT

Más contenido por Redacción CDN

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