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Embarazos en adolescentes, de quién es la culpa

A propósito del estudio realizado por el Fondo para la Infancia de las Naciones Unidas (Unicef), donde República Dominicana ocupa el tercer lugar con la mayor tasa de embarazos en adolescentes con un 25 por ciento en América Latina y el Caribe siguiéndole Nicaragua y Honduras, con 26 y 28 por ciento, respectivamente. Esta investigación sin duda alguna pone de manifiesto que las autoridades de Salud Pública y el Estado han subestimado la situación teniendo los recursos suficientes para poner freno a un problema que cada día empobrece y desacelera el desarrollo de la población más sublime.

Ahora bien, hasta que el Gobierno, el Ministerio de Salud Pública y el Ministerio de Educación no reconozcan que se trata de un problema mayor que debe ser tratado como una pandemia no habrá remedio alguno. El año pasado el Materno Infantil, según su directora Lilliam Fondeur, cerraron ese centro con 200 muertes de mujeres en su mayoría menores de edad, que quizás si hubiesen tenido orientación y los insumos correspondientes para no quedar embarazadas hoy estuvieran con vida.

No es justo, que se le siga dando la espalda y correr el riesgo de que más adolescentes en este año sean víctimas de la falta de apoyo, de no hablarles correctamente de qué son las relaciones sexuales, cuáles son las consecuencias de incurrir a temprana edad en la praxis, no solo por los embarazos, sino también por la alto índice de enfermedades de transmisión sexual, y  los abortos, que pese a estar prohibidos en el artículo 107 de Código Penal dominicano, son la segunda causa de muerte en las menores de edad.

Por consiguiente, Salud Pública y todas las ramas de apoyo deben diseñar un programa para frenar la fertilidad en menores de dieciochos años, un plan que vaya desde la repartición de preservativos, pastillas anticonceptivas, en las escuelas públicas y los centros privados donde haya un elevado índice de embarazos en adolescentes, y por supuesto un estratégico método de educación sexual, tanto para las y los alumnos como para los padres, porque el inconveniente lamentablemente comienza en casa.

En ese orden, son cuestionables las declaraciones hechas por la representante de Unicef en el país, María Jesús Conde, quien afirmó que ese órgano tiene años trabajando de la mano del Ministerio de Educación con un plan de prevención, cual está destinado a orientar en el ámbito emocional, afectivo y sexual de las niñas y todavía no forma parte del curriculum educativo. Entonces yo me pregunto: ¿falta de recursos económicos? No. ¿Doble moral? Eso respóndamelo usted.

 

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