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En Duvergé no se vive, se sobrevive

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Por: Franklin Guerrero

Durante dos días, el equipo de NCDN anduvo por la línea fronteriza, exactamente en la comunidad de Duvergé, y la provincia de Pedernales. Lugares donde es una tarea pendiente, saber de qué vive la gente.

Para responder esta pregunta nuestro compañero Franklin Guerrero recogió impresiones e imágenes. Esta es su historia.

La fortaleza Francisco Sosa y la presencia de los militares da un poco de vida al pueblo. El jefe del ejército estuvo en Duverge y nos dice el motivo.

El general también hablo de la parte de cómo se distribuye y suple los soldados bajo su mando.

Aquella zona de la frontera donde el clima es una prueba diaria de resistencia humana. El agua, parece se niega a bautizar los predios. Las vías de comunicación son algo imposible de explicarle a la gente que vive en las ciudades, y los militares casi en extradición hacen sus servicios en los puestos donde se les ha asignado a ‘cuidar la patria’. Cuando se compran los dos territorios el examen es simple, erosión contra el verdor de la reforestación.

La estación meteorológica sigue marcando los detalles de la dirección de las lluvias. La vida infantil transcurre esperando el paso de ‘extraños’ con algunos pesos. Un ex campesino solo le queda su blanco caballo, y la loma que no pare.

Las palabras dl haitiano llamado ‘MICO’, son elocuentes, para que escuela, hay que comer primero. El lago enriquillo se ve como el mar desde lo alto de la loma. Casi llegando al cielo el verdor aparece como un sueño el frio con olor a pino inunda el ambiente. Pero la niñez es lo más penoso de la frontera, sentados sobre tierra sin saber cuándo van a comer un bocado.

Solo la solidaridad los salva ese día. La niña rayana, con claro español, se llama Josefina. No sabe dónde nació, de padre haitiano y madre dominicana, y a la pregunta si va a la escuela, responde ‘yo no sé’. Los haitianos ton ton y nova dicen de cómo está la situación en Haití.

Y la misión más prioritaria se salva con la ayuda de la guardia y algunas instituciones, buscar agua del suelo y ponerles una ‘pluma.  Mientras se siga quemando el bosque, y haciendo hornos de carbón, poca cosa se podrá hacer por la vida en la frontera. La poca agua que queda, se ira, y el espejismo de las ciudades los acercara a pedir limosnas en los caminos. Solo los que estudien y puedan salir, triunfaran. Sin trabajo, sin agua, sin campos y sin sueños, la vida en la frontera es una tragedia.

 

 

 

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